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Francisco Velasco. Abogado e historiador

SETENTA Y SEIS AÑOS DESPUÉS

 

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 Muchos años. Un muy reducido porcentaje de españoles vivos sufrieron los efectos de nuestra devastadora guerra civil. Conviene no olvidarla. Los hijos y nietos de quienes perdieron la vida en defensa de unos ideales o de unas estrategias, no saben qué pasó realmente. El recuerdo debe estar presente. Sin odio ni rencor, eso sí. La memoria congrega a la inteligencia y a la sensatez en el templo del respeto. Aquel desastre ya pasó pero hay que rumiarlo.

 

La historia es una ciencia social. No se encorseta en la descripción de los relatos. Tampoco se ciñe a la ejemplaridad de la pragmática. Profundiza en el campo misterioso de la genética. Se interpreta como lineal, pero sólo en la cronología. Algunos defienden su carácter cíclico, pero no es sino una proyección del devenir de la naturaleza. La historia tiene un fortísimo componente dialéctico. En la dialéctica se basan los historiadores que no se cansan de repetir aquello de que quien desconoce su historia, está condenado a repetirla. Algo hay de eso, pero es mucho más que eso.

 

Rechazo la objetividad de la historia. Es un puro YO. La tesis es la realidad que fue y la que es. La antítesis se concreta en la realidad que no fue y que no es. La síntesis se limita en la esfera cerrada que encierra todas las verdades posibles. República frente a monarquía. Moralidad contra moralina. Imperativo categórico ignorado. Fe religiosa como freno ante la ciencia absoluta. Cuando los seres humanos convertimos la razón en ciencia para reconocer la verdad como valor supremo y hacemos de la razón, arte para justificar esa verdad, superamos el estrato de inocencia natural y alcanzamos a entender que nuestros pecados nacen en el momento en que la inocencia se transforma en autoridad como consecuencia de la violencia externa.

 

Trotsky criticaba a Madelin cuando éste afirmaba que el historiador debe colocarse en lo alto de la muralla de la ciudad abrazando a sitiadores y sitiados. Es cosa de espías, le censuró el autor de Historia de la revolución rusa. Propio de gente que hablan de justicia conmutativa y, al segundo siguiente, se quedan en casa esperando ver de qué parte se inclina la victoria.

 

La actualidad española y europea nos invita a reflexionar sobre la sucesión de hechos que agobian a nuestra sociedad y, especialmente, sobre los protagonistas políticos de los mismos. Las emociones positivas y negativas de los seres humanos del siglo veintiuno repiten las mismas constantes que en nuestros antepasados del Paleolítico. Acaso lo que nos distinga de ellos es la capacidad de información en la aldea global de las nuevas tecnologías. Claro que si confundimos información con comunicación. La información es asunto unívoco. La comunicación reclama reciprocidad entre emisor y receptor aparte de un código común.

 

Setenta y seis años después de aquella maldita guerra, algunos siguen levantando piedras y cavando trincheras. Los desgraciados no aprenden. Azuzan a la violencia y dejan luego a los perros malheridos lamerse sus heridas en plena calle.

 

La guerra civil acabó. Ojalá que para siempre.

 

Un saludo.

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