EL EMPEORADOR
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El título lo tomo de un enlace de facebook. Me fascinan los juegos de palabra. Son una señal formidable del ingenio de muchas personas. Al igual que los chistes. La facilidad de los humanos para discurrir o inventar con rapidez es proverbial. A la intuición y al entendimiento, unen dotes creadoras. Si añaden chispa y maña, logran artificios en forma de máquinas de ataque y de defensa. Los ingeniosos conforman una casta especial. Con muchas virtudes y algún defecto. En su debe, el de faltarles un hervor para llegar al status de la genialidad.
El genio es otra cosa. Su umbral se traspasa cuando la capacidad alcanza lo extraordinario y las creaciones se mueven en el mar de lo admirable. Los genios pertenecen al olimpo de los seres fabulosos, como Aladino, o de los ángeles que alegorizan la presencia de una divinidad. Parece que no, pero entre el ingenioso y el genio media un espacio amplio y, a veces, imposible de cruzar.
Digo todo esto porque la idea del empeorador, referida a Rajoy, es, ciertamente, brillante. Sin embargo, incurre en el brillo del oropel y no en la belleza del diamante. No cabe duda que la situación económica de la España de Rajoy muestra una apariencia de empeoramiento que no se apreciaba en la época de Zapatero. El psoecialista creaba ingenios destinados a fabricar embustes y los españoles conformábamos un público ávido de creer que sus brotes verdes invitaban a la confianza en la recuperación. En cambio, el pepero posee una cultura muy superior a la de su predecesor pero carece de su capacidad de embaucamiento generalizado. Como a ello se suma la escualidez de su política comunicativa y la seriedad de un rostro albibarbado, su figura de científico no es suficiente para convencernos de que ha diagnosticado con acierto pero la dosis de medicación de la enferma dista mucho de ser la correcta.
Por ejemplo. Si los empleados públicos sufren el extravío de su paga de navidad, por qué se reduce sólo un treinta por ciento el número de concejales. Item más: cómo es posible que reduzca las subvenciones a los sindicatos y a los partidos en una quinta parte cuando procede, al menos, rebajarlas a la mitad. Proporcionalidad, señor Rajoy. Los desequilibrios en el paso del señor son causa de enfados entre los costaleros. Del disgusto se pasa a la bronca y de la mandanga a salirse del portante. Entonces, señores y señoras, la procesión se para y alguien grita: ¡una bomba¡ A continuación, la desbandada general. Sin necesidad de lluvia.
Estoy convencido de que Rajoy no es el empeorador. Como estoy seguro de que ha aprendido algunas lecciones. Hasta que no apruebe la asignatura de Igualdad ciudadana y ética de los sacrificios iguales, los mineros harán de las suyas, los pirómanos sindicales derramarán gasolina, los partidos avergonzarán a la democracia, la casa sin barrer y la enferma, aunque mejore, palidecerá como una muerta. En cuyo caso, de empeorador a enterrador. Que es peor. Cuestión de ingenio y de genio, señor Rajoy.
Un saludo.
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