EL ÚLTIMO SALVAPATRIAS

 

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Felipe González se aburre y, para ahuyentar el hastío de su vida, carga contra todo con la inercia del mulo que cocea. El nuevo fruto de su tedio es la ofensiva contra el negociete de Eurovegas. Un puticlub, dice el hombre que fuera más poderoso de España. Un puticlub. Si el expresidente resume la realidad de ese complejo empresarial con tal denominación peyorativa, calculen el grado de sopor dialéctico y de apatía intelectual que domina al prohombre.

 

Ya no sé si sus declaraciones en los cursos de verano de la Complutense se han de ubicar en un escenario de mala noche previa, de dolor estomacal por acidez del zumo de naranja matutino o, simplemente, porque con las ganas de epatar que siempre tuvo, quería llamar la atención del personal. A saber.

 

Lo cierto es que don Felipe, acaso la equis de los GAL, rechaza una inversión millonaria como la que promete el magnate norteamericano. Otra cosa es que el proyecto de ocio y de juego se instale en Madrid, Cataluña o en Benidorm. Lo que subyace, sin embargo, y en este sentido preocupa a este articulista, es que el señor Adelson nos quiera dar gato por liebre aprovechando la carestía y beneficiándose del paletismo imperante en  muchas de nuestras comunidades autónomas.

 

Si Felipe mostrara sus reservas sobre la solvencia del empresario y expresara sus reticencias sobre las modificaciones legales inherentes a tan espectacular negocio, pues uno aceptaría sus tesis de desconfianza y propondría un análisis riguroso de la cuestión. No sea que el tal impulsor financiero nos quiera pedir el oro y el moro antes de remover un metro cúbico de tierra. El tiempo de los tontos ya pasó y la hora de los listos ha llegado de la mano de Bankia, de los EREs andaluces y de tantas golfadas protagonizadas por politicastros desvergonzados.

 

Pero un puticlub, hombre. Si toda su argumentación se ciñe a esta idea, habrá que dudar de la clarividencia del amigo de Carlos Slim. Salvo que Eurovegas fuera una propuesta del mexicano. En cuyo caso, el puticlub pasaría a ser considerado el máximo exponente de la regeneración económica de España y la base para una gigantesca creación de puestos de trabajo. Don Felipe es así. Si tuvo la cara de acompañar a Barrionuevo y a Vera a la puerta de la cárcel y llorar sus culpas sin expiar las propias, de don Felipe no se puede esperar más que fatalidades si las ideas provienen del enemigo o bienaventuranzas si su origen se halla entre las filas aliadas.

 

Es el signo de los salvapatrias. Ellos, ellos y nada más que ellos. El resto del mundo, a dormir y callar. Por las noches y por el día. Como el cuento de la ratita.

 

Un saludo.