EL CACHONDEO DE LA JUSTICIA
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El señor Homs, portavoz del Gobierno de la Generalitat de Cataluña, es un insensato. Qué digo insensato. Un bárbaro. El político ha advertido al Supremo que se pasa por salva sea la parte su resolución acerca de la obligación de introducir la vehicularidad del castellano en la educación infantil. Ahí, con dos bemoles. Diga lo que diga el Alto Tribunal, se chulea el referido político, se va a mantener el modelo de inmersión lingüística.
La demagogia es mala compañera de la razón y abano gigantesco de incendios sociales. Homs hace bien en defender la idea de la lengua como tesoro. En este sentido, pienso lo mismo. La maldad no deriva de esta protección. En absoluto. La infamia se produce en una doble vertiente. En primer lugar, porque discrimina, rechaza y pisotea a la lengua castellana, a pesar de lo que explicita la Constitución. Por esta ladera del discurso, el individuo es un golpista de iure y un cretino de facto. En segundo lugar, porque no es que desacate una sentencia judicial, sino que se crece en la desobediencia y proclama su impunidad a los cuatro vientos.
Así se expresa este hombre y así se potencia desde el gobierno de esta Autonomía. Bueno, las cosas son como son desde un punto de vista político y, plazca o disguste, serán objeto de toda clase de opiniones. Lo malo es que las leyes establecen el modo de actuar respecto a la ejecución de sentencias. Si el Tribunal Supremo calla ante semejante agravio, el estribillo rechina.
El vigente Código Penal tipifica el delito de desobediencia. Lo describe como la negativa abierta de las autoridades, en este caso, a dar el debido cumplimiento a las resoluciones de los jueces que se dictan dentro del ámbito de sus competencias, que se revisten de las formalidades legales y que se acompañan del requisito subjetivo de dolo o de intencionalidad. Las declaraciones del señor Homs revelan, hasta la fecha, la existencia de una voluntad rebelde que excluye el error, la mala inteligencia o la versión imprudente. Su exposición de motivos denota un ánimo indudable y patente, indisimulado e inequívoco, de cometer el acto anunciado.
Lo cual nos coloca en la posición de combate contra el abuso de la ley. Si el señor Homs delinque, allá él con sus actuaciones. Lo que repugna a la ciudadanía es que los aparatos del Estado de derecho duerman el sueño de la desidia y del abandono. El ministro de justicia, la fiscalía, entre otros, deben poner el punto sobre la i. Si no lo hacen, nadie se extrañe de que la sociedad se tome a choteo la administración de la justicia. Que Pedro Pacheco lo dijera en un momento dado, no sirve de consuelo ni de precedente ejemplar. Que los poderosos mantengan un status diferenciador sobre el resto del pueblo, me hace maldita la gracia.
Los poderes públicos democráticos están en entredicho. Por esta y tantas razones similares. Y a ellos les dirijo mi descontento y mi repulsa con estas palabras: cachondéense de sus respectivos…
Un saludo.
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