MENOS SON MÁS
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La señora Aguirre, presidente de la Comunidad de Madrid, es una fuente de noticias. Doña Esperanza sabe, puede y quiere. Mujer política en la más bonancible acepción del término. Pocos colegas recogen como ella el sentir del pueblo. Casi ninguno posee su pedagogía de la comunicación. El penúltimo guantazo se llama reducción a la mitad del número de parlamentarios de la Asamblea madrileña. Ya está liada de nuevo. Y lo más relevante, es que está cargada de razón. Si me apuran, se ha quedado corta con las tijeras.
En Andalucía, Valderas se mostraba partidario de todo lo contrario. Al personaje le parecen pocos los 109 miembros del Parlamento andaluz. El ciudadano se pregunta: ¿más todavía?, ¿más para qué? Es que el Estatuto, protesta el bollullero, establece que esa es la cantidad mínima. Si se triplicara el número, oiga, doscientos parados menos y doscientos paseantes patéticos más.
El descaro de don Diego no tiene límites. Las elecciones autonómicas han hecho de él un vicepresidente feriante. De jolgorio en jolgorio. De cargo en cargo. De influencia en tráfico y de tráfico en influencias. Las proclamas de honorabilidad no caben en el convoluto de las consejerías de cuota. Los sermones de ética han dado paso a los culebrones de moral dudosa. La corrupción instituida le hace olvidar el contenido del artículo 106 del Estatuto: ni exige responsabilidad política al Consejo de Gobierno ni aprecia incapacidad de su presidente. Donde dijo limpio, no dice mierda. Simplemente, se tapa la nariz y desvía la mirada. Es posible que el buen señor desconozca el artículo 124 del referido Estatuto autonómico. Pero se lo voy a recordar brevemente. Dice así: “El Consejo de Gobierno responde solidariamente ante el Parlamento de forma solidaria, sin perjuicio de la responsabilidad directa de cada consejero por su gestión”.
Alfombrar los pasillos hace mullido el piso, pero no garantiza su asepsia. Todo lo contrario. Si se confirma la responsabilidad de la anterior Junta, tanto la de Chaves como la de Griñán, y don Valderas impone la ley del silencio, se hace cómplice de una golfería gigantesca y, tal vez, de un delito sentenciado. Puede que por esa razón, el coordinador de IU quiera más parlamentarios. Busca más socios que amparen sus acciones y/o sus omisiones.
Si defendiera el contenido ideológico de la verdadera izquierda, hubiera metido mano a la reforma del Estatuto. Maniobraría, a diestro y a siniestro, en la recogida de firmas para esta propuesta y para su posterior aprobación. Luego, el referéndum. Consulten al pueblo si está de acuerdo en reducir a la mitad el número de nuestros parlamentarios. Los ciudadanos mostrarán su disconformidad. No con la reducción, desde luego que no. Con lo de la mitad. Prefieren tres cuartas partes.
Lo cual es, además de constitucional, de estatutario y de legal, sensato y lógico. No obstante, si pedimos peras al olmo, conocemos de antemano la respuesta. Lo malo es que los ciudadanos sufrimos y algunos políticos disfrutan de su estado de bienestar privado. Privado con dinero público. Sin duda.
Un saludo.
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