SOBERANÍA, PERO MENOS
Se veía venir. Lo habíamos anunciado. La pérdida de soberanía de un Estado supone, de hecho, la razón de ser de ese Estado. Se podrá hablar de otra cosa, pero de Estado, en el sentido definidor del término, no. Soberanía es la cualidad de quien posee la autoridad suprema e independiente. Esa cualidad reside en el pueblo y se ejerce por medio de sus órganos constitucionales representativos.
Merkel y Sarkozy han decidido otra cosa. El francés y la alemana han dado un salto de gigante en la destrucción de Europa. Se han pasado por el fajín de su generalato la política escrupulosa y prudente de los “pequeños pasos” diseñada por los padres de la Unión Europea. Gobierno auténtico para la zona euro, demandan los grandes impulsores de la economía de este continente, tan viejo que se cae a pedazos. En el país de Obama, es que ni disimulan del contento. No porque piensen que los Estados Unidos de Europa es una realidad de alguna forma temida. Al contrario. Los norteamericanos saben que la propuesta de los líderes deja abierta una puerta a la deconstrucción de la realidad política que se avizoraba para bastante más tarde.
En España todavía podemos darnos con un canto en los dientes. Acaso sea preferible delegar una parte de nuestra soberanía en la formación de una entidad supranacional, que rendirla a manos de unos etarras asesinos confesos. Los de Bildu y Sortu se frotaban las manos. De confirmarse esta posibilidad, la independencia se les frustra de raíz. La base económica prevalece sobre los vértices políticos. Aquí y en Berlín. En cualquier caso, la situación es compleja y peliaguda. O se compone un Gobierno económico en la Europa de la moneda única, o el tren de la prosperidad pasará de largo por nuestras estaciones. Ya no habrá siquiera un Plan Marshall mirífico. La ley de la jungla reinará en cada rincón de la aldea global. Los más perjudicados, como siempre, los más débiles.
A dónde irá España, sin la asistencia germana y el apoyo de los galos. Qué será de Portugal, Irlanda, Grecia o Italia. Inglaterra pactará con el mismísimo diablo con tal de no ceder un fleco de su historia de siglos. En cuanto a los demás componentes de la Unión, a su suerte. Es sencillo adelantarse a las conmociones sociales que agitarán las poblaciones de los países más abandonados. O se federan o se aislan. No hay más opciones. La barbarie iza la bandera de la rebelión. Las revoluciones estallaron por motivos de menor peso.
No se trata sólo de buscar disquisiciones entre soberanía nacional y popular al albur del concepto que se acuñó en la Francia de 1789. No. Se está tejiendo una idea novísima: la soberanía supranacional. Atender las aportaciones teóricas de doña Ángela y de don Nicolás nos conducirá irremisiblemente a ello. Y entonces, España, que nos duele, pasará a formar parte de una confederación de estados relativamente dependientes. Dependientes, sí, de la Gran Alemania. Tiene narices la cosa. Lo que no se logró mediante la guerra, se puede convertir en amarga realidad a causa de la desesperanza económica. De todas formas, el conflicto bélico es el término de este tren que ha perdido el control de su velocidad.
Termino con una cita del dictador Fidel Castro: “En el mundo actual, ningún problema social se resuelve por generación espontánea”. Se refería el octogenario líder cubano a que el futuro de una nación no puede dejarse en manos de los financieros o de los magnates. ¿O sí? La Bolsa no puede ser la vida, pero marca las pulsaciones de una economía mentirosa. Cómo que no. Ayer, casi cinco puntos menos. Mañana, un respiro asistido. Pero la enferma no podrá recibir el alta. Así, menos soberanía y más Alemania.
Un saludo.
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