VALDERAS LIMOSNEA
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Qué diferencia a Valderas de Anguita. Pregunta de respuesta interminable. Si se expusiera de forma correcta, la cuestión sería qué tienen en común ambos personajes. En este caso, la contestación sería escueta: la militancia en IU. Y paren ustedes de contar. De la pinza contra la corrupción felipista impulsada por el político de Córdoba, a la pinza contra el hedor griñanista autocolocada por el exedil onubense, hay un reguero de pólvora incendiaria de valores. Y si digo de valores, acompañen de ideologías.
La alianza infame suscrita entre don Diego y don José Antonio no trae causa de una voluntad concomitante de gobernar Andalucía. Nada de eso. El señor Griñán se asegura unos cuantos años de impunidad mientras el señor Valderas se emborracha de poder institucional. Uno y otro han firmado un pacto de supervivencia en la cosa pública. No hay más objetivos que los reseñados. Y si no, cómo explicamos a los mortales que el vicepresidente sea el tercero en el protocolo y que las Consejerías reclamadas sean desalojadas de las competencias que antes poseían. Valderas es un vicepresidente vacío que acepta su destino por ser un político lleno de ambiciones. En cuanto a los consejeros designados por Izquierda Unida, más de lo mismo. Se creyeron bosques frondosos y amanecieron como floreros mortecinos.
Se dice en los mentideros periodísticos que Griñán ha engañado a Valderas. Nadie se cree ese dicterio. Es provocador e insultante. A un caimán de la política como Diego no le clava un embuste un depredador de la Junta como José Antonio. Uno y otro tienen más conchas que un galápago. El contrato suscrito por ambos no está viciado de consentimiento y sí revela objeto y causa. Se trataba de arracimar influencias y de abrir agencias de colocación. Tú me dejas mandar y, a cambio, yo satisfago tu sed de empleos selectos. El pícaro pide limosnas y el hidalgo arruinado paga con la bolsa del pueblo.
Si tuviera sentido de la elegancia política y de la moral, Valderas exigiría a Griñán el mantenimiento de las Consejerías y la devolución íntegra de sus competencias. Que el mandamás se niega, pues ya es mayorcito. Para pedir limosnas y para otras muchas cosas. Allá él.
Un saludo.
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