CONFIESO QUE HE VIVIDO
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Neruda. El gran Pablo Neruda me perdonará por utilizar como título de este modesto artículo el del libro, editado a la muerte del genial escritor, donde se recogen las impresiones del chileno universal. Confieso que he vivido.
Declaro que estoy viviendo momentos de confusión como jamás he reconocido. Descubro mi desbarajuste cognitivo. Me turba e incluso me consterna este desconcierto interior. Manifiesto mi aturdimiento por el devenir de la realidad política de la España de nuestros días. Doy fe de que entiendo las causas del problema al tiempo que reconozco mi perplejidad por la acción coherente de nuestro actual Gobierno. Qué está pasando. Si el diagnóstico es certero, por qué no se emprenden medidas atinadas. Y si hay tino, cómo es posible tanto desasosiego.
Rajoy mantiene su razzia de recortes. No hay crítica. Por el contrario, comprensión. O se enjuga el escalofriante déficit heredado de Zapatero o la espiral de ruina se llevará, cual tornado gigantesco, los restos del buque a la deriva. Sin embargo, o se explica bien la causa y los efectos o el laberinto nos devorará a todos dentro de sus imposibles pasillos sin retorno. Si se ha de reducir en miles de millones los servicios sanitarios y educativos, habrá que concienciar al personal de que esa merma presupuestaria servirá para algo más que para comprender un descalabro anunciado. Si se ha de padecer, aceptémoslo pero al menos que nos garanticen que nuestro sufrimiento se hace por amor al prójimo que es la ciudadanía.
La contracción financiera que atosiga a España trae causa, y no poca, de la satrapía económica establecida por la banca y por las cajas de ahorro. El retraimiento del consumo descansa en buena parte en la insuficiencia de ingresos provocada por el feroz desempleo y, asimismo, en la presión fiscal que nos acogota y sujeta a las fronteras del hogar. Un calendario. El Gobierno tiene la obligación de anunciar la agenda de reformas estructurales, de privatizaciones, de racionalización de costes. Un almanaque que erradique tensiones y elimine sospechas. Se necesita contundencia. Mano de hierro en guante de seda. Se exige seguridad y precisión. Queremos saber qué nos depara la nueva gobernanza del país.
Por ello, confieso mi estupor. Uno mantiene intacta su confianza en Rajoy. Y en su gabinete ministerial. Pero el mensaje ha de ser uno. No vende bien el que Montoro diga una cosa y Guindos la matice. O viceversa. La imagen y la comunicación componen las dos caras de la misma moneda de la credibilidad. Cuando digo confieso que he vivido, revelo mi inquietud por el renqueante camino que recorre la máquina del PP. He vivido momentos de enorme inquietud. Recuerdo mi terror por el 23-F de Tejero. Admito mi horror por el 11-M de Atocha. Ahora hago pública mi zozobra por este país nuestro que se llama España.
Confieso que he vivido. Necesito seguir viviendo. Y para ello, he de creer.
Un saludo.
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