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Francisco Velasco. Abogado e historiador

DOCENTES A SUS AULAS

 

 Una de las primeras medidas que debe tomar Arenas si, al cabo, triunfa en las elecciones andaluzas, es recortar la nómina de funcionarios. No se precipiten. Me explico. No considero tales a quienes han entrado en la Administración por la puerta falsa. Los miles de personas que se ha colado merced al ojo tuerto y a la vergüenza coja de Griñán y los suyos, deberán salir por donde entraron. Con la misma opacidad e idéntico silencio. Salvo, claro está, quienes hayan superado las pruebas de rigor como son preceptivas en Derecho Administrativo. Sin embargo, el presente artículo no se dirige a ellos. Ni mucho menos. El mensaje se dispara hacia aquellos profesores, de Primaria, Secundaria o del Cuerpo que sea, que dejaron la dureza de las clases para acomodarse en el confort de los despachos. Va por ellos.

 

Dejen a los delegados sindicales en sus tareas de defensa. Su concurso es necesario. Hoy, más que ayer y menos que mañana. No restrinjan sus derechos a no ser que carezcan de los mismos. Que esa es otra. Fuera de este colectivo, todos aquellos docentes que usurpan funciones propias de los empleados públicos de la Administración General, a sus centros. A la escuela, al instituto o a la facultad. Largo. Estos ejecutivillos de pacotilla sembrados como marihuana prohibida, no deben seguir un minuto más en el ejercicio de actividades burocráticas. Si prefieren seguir en esta vida, que opositen a ella con arreglo a las bases de convocatoria de los demás.

 

Cualquier delegación de Educación en Andalucía cuenta, al menos, con cien maestros destinados en oficinas. Desde coordinadores de la leche a asesores del café. De jefes de servicios unipersonales a servidores de jefes dictatoriales. Responsables de bilingüismo enchufista a irresponsables de tecnologías inaplicadas. A ver qué pintan en puestos de administrativos esta caterva de desertores de la tiza. Eso, desertar. Incapaces de satisfacer las necesidades de los alumnos, se complacen en satisfacer las propias. Ineptos y desvergonzados. Hace años que no se acercan por los centros pero lustros que no pisan una clase. Se acabó el chollo. A recuperar los destinos.

 

En cuanto a los delegados provinciales de las distintas Consejerías, de vuelta a la realidad. Como figuras decorativas, son jarrones malos de tiendas baratuchas. Como comisarios políticos, inicuos ejemplos de épocas de derroche. Como gestores, nulidades andantes que circulan en coches oficiales y chófer de confianza y cuestan un ojo de la cara al erario. A sus puestos de trabajo. Si los tienen. En caso contrario, a comerse la cola del paro como todos los infelices que han perdido su curro. En Andalucía, se computarían por miles los afectados de esta enfermedad escolafóbica. Pues nada, a tratarse. Luego, un reciclado. Es necesario si no queremos que los alumnos sufran el mal de Chaves que quiere volver a la Universidad después de cuarenta años de desentrenamiento.

 

Si queremos recortes en los gastos, ahí tienen un primer contingente. Para salir de la crisis, hay que desafiarla. Sin necesidad de fantasías. Afrontando la realidad y calculando ahorros. Lo de chupar del bote es como lo de esnifar cocaína. Una mala praxis que debe extirparse de inmediato. Pasito a pasito, el déficit se repliega. Con un mínimo de disciplina y unas gotas del perfume del rigor, las reformas son menos y las finanzas, más.

 

Los demás, a seguir cumpliendo. Como hasta ahora. Con su horario. Con sus objetivos. Con los administrados. Arenas, si lo consigue, tardará poco en comprender la importancia de ser funcionario. Es la garantía de la objetividad, de la imparcialidad, de la excelencia. Son garantes. Son fe pública. Si no los elevamos a la categoría que merecen, profundizaremos en la injusticia de seguir relegándolos a puestos secundarios. Los docentes, pues, a sus aulas. Y van que chutan.



Un saludo.

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