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Francisco Velasco. Abogado e historiador

DEL IRPF A LA IGLESIA

 

 No voy a recurrir a la manida frase de “con la Iglesia hemos topado” que, de manera malintencionada, quiere referir el poder omnímodo de la iglesia en todo tiempo y lugar. Don Quijote dijo: “con la iglesia hemos dado”. En el sentido de encontrar el edificio y no en la interpretación maliciosa sobre la intervención del clero en asuntos del Estado. Las confrontaciones en este sentido han sido históricamente reiteradas. Claro que en España, al hablar de iglesia no cabe sino la católica. Los ataques a esta congregación de fieles no han dejado de producirse. En la actualidad, el discurso de algunos partidos se dirige contra la Iglesia en tanto institución que sustenta a esta religión.

 

 En un país de quijotes, porque los hay a millares, es tarea improductiva cebarse con los fuertes que se antojan débiles y con los débiles que nunca serán fuertes. Los extremismos siguen zarandeando al cuerpo social de esta España de nuestras entretelas. Resulta notorio el descenso del poder eclesiástico en nuestros días. De ahí el tránsito de las históricas guerras de religión a las guerras contra la religión. La católica, naturalmente. Contra la islámica, los progres de boquilla se consumen en el humo de su cobardía. Lo cierto es que la voluntad, que comparto, de separar Iglesia de Estado, ha desembocado en la realidad de que esta separación culmine en la desaparición del primer término del binomio. Iglesia fuera. Fuera la religión.

 

Craso error. Si el entusiasmo por prohibir se midiera en magnitudes de votos, algunos limitarían sus afanes liberticidas a otros menesteres. La ley seca disparó la venta de alcohol. La cruzada antitabaco azuza el vicio de fumar. Las ofensas al catolicismo generan legiones de defensores de esta religión. Y así sucesivamente. Reflexionen si no. En el ejercicio fiscal del año 2010, aumentó la cifra de declarantes que marcaron la casilla de la Iglesia. Alrededor de doscientos mil nuevos contribuyentes optaron por beneficiarla. El incremento se apoya en numerosas bases, pero todas ellas pasan por dos: la corrupción reinante en el gobierno zapateril y la convicción de que los dineros entregados a la Iglesia se dedicarán íntegramente a atender a los más necesitados.

 

A falta de razones para amortiguar la caída, el Congreso del Psoe ha vuelto a cargar contra los curas. El anticlericalismo de la izquierda feudal es un arma arrojadiza en tiempo de crisis. Lanza cortinas de humo para simular incapacidades pero el fuego termina por quemar a los promotores. En lugar de estrujarse la cabeza para hallar salida al espantoso paro, los demagogos de la corte levantan bulos y extienden maledicencias a fin de entretener su falta de sentido constructivo. Contra la Iglesia. Todo el mal del país se concentra en la religión. Díganme qué diálogo se puede mantener con un muro de cemento armado.

 

Servidor, que no es creyente pero que defiende las prácticas confesionales y rituales de los demás, ha colocado también la “x” en la casilla de la Iglesia. Tengo la certeza de que darán buen uso a mi dinero. En cambio, cada vez que Hacienda me reclama su parte, mi lengua se disparata en un reguero de imprecaciones acerca del destino de mis impuestos. No sé si algunos lo utilizarán en pantagruélicas mariscadas, en compra de coches de lujo, en adquisición de drogas fetén o en la edificación de viviendas particulares. Y como no me fío, en lo poco que pueda disponer, prefiero donarlo a los obispos antes que a las avispas del panal psoecialista.

 

Así que marco la casilla de la Iglesia.

 

Un saludo.

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