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Francisco Velasco. Abogado e historiador

COMO UN PINO

 

 Un bicho. El picudo rojo. Alejandro Márquez, no. El insecto palmericida. Alejandro Márquez no deja de pertenecer a la especie de metepatas sin fronteras. El actor Federico Luppi, uno del club de la ceja, no se recató en pedir un cordón sanitario para el PP. Sanitario, como si fueran apestados. La calidad democrática de este histrión no vale un “videla de lata”. Lo que ya preocupa más es la virtud intelectual de algunos de los grandes creadores de guettos. Monsieur Márquez, del equipo de desgobierno de la Diputación de Huelva, ha lanzado una perla que se recogerá en los “Annales” del disparate provincial. Ha comparado a un insecto, el picudo, con una persona, la que ha talado varias docenas de pinos y eucaliptos, algunos de ellos con más de cien años de vida. Sabida es la inteligencia del coleóptero de la palmera. Lo que no atribuíamos al diputado psoecialista es ese nivel de cultura y ese grado de discernimiento. Es que no se puede caer más bajo.

 

Las fuerzas taladoras de la Diputación que, todavía, preside doña Petronila, han lanzado una ofensiva mortífera contra una masa arbórea en lugar histórico. Pertrechados hasta los dientes, los mílites leñadores han procedido a limpiar el campo de enemigos de madera. Operación Petri del Márquez han venido en bautizarla. Como no tienen otra cosa que hacer, pues la diligencia de la institución ha colocado a toda su tropa, se han sacado de la manga el proyecto Redescubrir a fin de dar a La Rábida un repasito de limpieza. Por supuesto que la hazaña bélica se ha perpetrado sin declarar la guerra al consistorio de Palos. Carmelo Romero se ha despertado con los cañonazos de las fuerzas asaltantes. Si por lo menos hubieran pedido licencia municipal. Que va. Van a pedir ellos, los dueños de todo el país, permiso para hacer lo que les salga de las narices. Desde cuándo los amos de España piden autorización a sus súbditos para arramplar por doquier. Derecho de pernada, oigan. Puro y duro abuso de poder.

 

Sánchez Rufo ha pedido, muy serio, responsabilidades. No se tiene certeza de a quién las exige. Lo mismo culpa a David Toscano del desaguisado. Seguro que a José Martín, no, pues el portavoz de la nada se limita a asentir, cabeza arriba y abajo, o a negar, carrillo derecho a izquierdo y viceversa. A la señora Guerrero, es que ni la menciona, no sea que le suelte una fresca. Lo mismo ha sido al alcalde de Huelva, que es la sempiterna pieza a abatir. Qué más da que don Pedro nada tenga que ver con la materia y la competencia. La Rábida pertenece al término municipal de Palos de la Frontera y allí es Carmelo Romero el que corta el bacalao. El edil palermo, eso está acreditado, no ha cortado cuantos eucaliptos se le han puesto delante. La culpa, por negligencia e ineptitud, se asienta en terrenos petronilos. No le den más vueltas a la noria de los “y tú más”.

 

Lo de siempre. El psoecialista Márquez llevaba varios días dando la tabarra al grupo municipal del PP de Huelva acerca de su gestión medioambiental, cuando el boomerang de su mala uva se vuelve contra el avieso lanzador y le alcanza en la cocorota. Para gestión, pésima, indecente, infame, la tala de La Rábida. Siempre habla un cojo. Patrulla de inanes e inútiles. Son los “campeones” del “dorribo”. Predican pero de trigo, ni un celemín. Rubalcabean pero no pueden simular el blanqueo circunflejo. Pican como rojos pero dictan como azules falange.

 

Felipe Arias, concejal pepero, ha estado listo y presto. Aplaudo sus palabras sobre el parque Moret: “Una utopía hecha realidad. El sueño de una ciudad cumplido en el mayor parque urbano de Andalucía: 30 hectáreas de bosque en el corazón de la capital onubense, más de 90 millones de euros de inversión y un futuro abierto para lograr un Pulmón Verde para Huelva”. Que Carmelo permanezca atento. Que el paraje rabideño se puede ir al traste si no pone a un par de guardas en la zona bombardeada. La gente de Petri, Márquez a la cabeza, no distinguen un lugar histórico de una historieta del lugar. Como la copa de un pino. Su ignorancia es sólo parangonable a su osadía de señores feudales.

 

Un saludo.

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