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Francisco Velasco. Abogado e historiador

EL COCHE OFICIAL

 

Y el móvil. Y el portátil. Última generación. Me pregunto si lo de Llaguno Rojas es verdad. La prensa así lo dice. El hombre, alto cargo de la Junta de Andalucía, tiene su cochecito leré y su chófer lará. Qué pasa. Los prohombres del Psoe merecen esto y mil cosas más. Envidia. Mucha envidia es lo que sobra en este país de los siete pecados capitales, que dijera Díaz Plaja. El pueblo no piensa, ingrato, que este nosequé psoecialista se parte el lomo y se rompe la cabeza pensando en el bien de su pueblo. Fíjense el ardor laboral del personaje que, estando de baja laboral, se pasea en el vehículo postinero para engendrar riqueza a su tierra. Encomiable el usías.

 

Y lo de Llaguno, qué, si se recuerda a dos Alfonso Guerra. La incontenible fuerza de la naturaleza que es el longevo diputado -que sí, del Psoe- ya se manifestaba en los albores de los ochenta cuando, para no perder tiempo en la cola que guardaban los simples mortales, ordenó fletar un avión que le recogiera en la frontera ayamontina. No crean. Lo del Psoe es contagioso. Les dan un escaño y se escoñan. No sé lo que tiene el cargo, mami, yo no sé lo que tiene el cargo.

 

Y lo de Guerrero. Doña Petronila es caso aparte. Ahorradora en su vida privada, consume como una descosida en su actividad pública. Se dice que es dueña de tres “chaletes”, de no sé cuantos euros y de algún que otro carro. Dueña y muy dueña. Nada que alegar. Debe gastar menos en gasolina que Mario en libros. El sueldazo que debe reunir todos los meses la dama andaluza para compilar tan extenso patrimonio. En tanto, coche oficial aquí y allá. Oficina electoral en La Orden. Será en el centro histórico. Eso. Lo de la orden es una jugada del subconsciente. Cerquita del Gran Teatro. La orden se refiere al alejamiento de la prensa no adicta. Además, que como reconocida emperaora de la Plaza de las Monjas, su palacete París. Despacho barato el suyo. Como el Palacio. Anda que vive mal la que se postula como candidata a alcaldesa de Huelva.

 

Y lo de Chaves es el misterio de la demoníaca trinidad. Tantos años en la vanguardia ministerial y resulta que no tiene ni para comprarse un Mercedes nuevo. Será cosa de la foto de la tortilla. Porque Felipe, qué posee. Poca cosa. El señor González no tiene donde caerse muerto. Todo el tiempo, errabundo, sin destino fijo. Coche oficial, sí. Faltara más que un expresidente de la cosa tuviera que desplazarse en un Volvo de más de diez años.

 

Y qué. Y nada. Que chupar del bote es una seña de identidad del psoecialismo eterno. Blindo mis bienes pero el patrimonio público, como no es de nadie, se dilapida. Madre. Lo que hay que sudar para llegar a estos extremos de indecencia. Esto no se estudia en las universidades. Esto se aprende en los manuales de ética del partido que malgobierna España. Si hubieran estudiado, seguro que sus profesores les hubieran inculcado valores de respeto. Algunos de ellos habrán ido a la escuela. Sin embargo, lo más probable es que los maestros explicaran el no robarás o el no codiciarás los bienes ajenos alguno de los días que hicieron rabona.

 

La vida es como un libro en blanco. Unos lo emborronan con sus golferías. Otros dejan las páginas tal cual las encontraron. Únicamente los honrados dejan en la pulcritud de la hoja el ejemplo de una vida dedicada al servicio público. El coche oficial es el paraíso de muchos sinvergüenzas. Y de muchas. No se me enfade  el rojerío bibianesco.

 

Tengo una ovejita Lucera. Tú no tienes nada. Él/ella, un hermoso coche oficial. Y un móvil. Y un portátil. Son la última generación de los politiquillos que ponen una vela a Lucifer y la otra a Satán. Con Dios no se atreven. No sea que les pille en un renuncio como al señor Llaguno. Rojas.

 

Un saludo.

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