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Francisco Velasco. Abogado e historiador

LA COCHINA COCAÍNA

Las cloacas de la Junta de Andalucía son un monumento a la corrupción. Un dédalo de pasadizos oscuros que se entrecruzan. Lo que pasa es que los dirigentes sociatas son tan chulos que, a fin de no extraviarse entre la maraña de conductos, indicaban con flechas el camino a seguir. Flechas indicativas como en IKEA pero a lo bestia. Los comerciantes de la multinacional neerlandesa de origen sueco son excelentes guías y grandes orientadores. Los nepotes de la Autonómica griñanista no pasan de choricetes con ínfulas de Grandes de España.

Lo que venimos padeciendo los andaluces después de tres décadas de abuso dictatorial de los psoecialistas es para indemnización. Nos quedamos cortos los que afirmábamos que el Psoe había hecho de nuestra región un cortijo. De cortijo, nada. Todo un antro de vicios. Una secta fanática capaz de descerebrar a los adeptos y de crucificar a los disidentes. La ristra de casos de perversión gubernamental halla en la Consejería de (des)Empleo su cúspide de maldad. Los expedientes de regulación de empleo constituyen el no va más de la desvergüenza de una panda de mafiosos sin escrúpulos. Al río de noticias que los medios han venido vertiendo sobre la trama delincuencial tejida desde los altos cargos del (des)Gobierno andaluz, hay que añadir la de las juergas con alcohol y drogas.

Parece ser que el señor Guerrero, exdirector general de la Junta, utilizó el fondo de reptiles para algo más que favorecer a sus amigotes. Según ha declarado su chófer, porque un tipo tan importante como este señor necesita un vehículo oficial y un conductor particular para ser alguien, el supuesto testaferro de la red se gastaba sus buenos millones en copas y en coca. Cochina coca. Es decir, no sólo se inventaban prejubilaciones de cuento o subvenciones de chirigota o ayudas de carnestolendas, sino que una parte importante de la pasta malversada se destinaba a financiar las fiestas privadas del señorito.

Y en este festín de golferías, quién se extraña de que el exalcalde de Valverde tirase de tarjeta institucional para remunerar los servicios prestados en un lupanar de carretera. O de que el socio mercasevillano, el muy comunista Torrijos, diera buena cuenta en Bruselas de una mariscada pantagruélica con cargo a ya se sabe qué bolsillos. O que un conocido constructor consuele a su dilecta segunda esposa con un puesto directivo en un endeudadísimo organismo municipal de viviendas. Todo vale en el alcantarillado infesto de la ciudad de la injusticia levantada en Andalucía por gente afín al desprestigiado director general de la cosa.

Eso sí, ni Chaves ni Griñán se enteraban de nada. Ellos se mueven en circuitos celestiales a los que no llegan las desmesuras de sus amiguitos obreros del alma. Faltara más. Ellos son de otra casta. Sus hijos no se relacionan con el vulgo. Reciben, sí, pero no comparten ni departen ni reparten. Va a ser igual un presidente de Andalucía que un simple gobernador de una de las fuentes del tesoro. Y, además, la cocaína tiene purezas. Es cochina siempre pero no es lo mismo consumirla con un drogata que con una señora despampanante a tanto la hora.

Lo dicho. A la Juez Alaya habría que darle el premio a la entrega, al tesón y a la justicia.

Un saludo.

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