BOMBAZO INMOBILIARIO
Que si burbuja arriba, que si burbuja abajo. Que si viviendas caras, que si viviendas más caras. Que si especulación del suelo, que si suelo por las nubes. Se veía venir. Era la crónica de una explosión anunciada. El globito se ha inflado tanto que el reventón era inminente. El estampido ha dejado sordo a más de uno y ha descubierto las vergüenzas avariciosas de más de dos.
El Ministerio de Economía del Gobierno de España, que no dirige Salgado, lanza bulo tras rumor y chisme antes que patraña sobre los brotes verdes. Que hay indicios de despegue, runrunean como gatas en celo, a ver si cae algún crédulo. Y caen. Y la Bolsa subibaja, como un tiovivo de feria. Separan, adrede, la economía real de la economía financiera. Lo hacen aposta, con toda la malévola intención de que son capaces. Retorno al engaño. Son floraciones rojas de un nuevo fraude legal. Si no se ha rectificado en el origen, si el mal sigue en la raíz, la floración será imposible.
En los últimos veinte años, se ha construido de forma frenética, se ha urbanizado playa y monte, se han permitido proyectos insostenibles y se ha regulado mirando para Coria. La fiebre inmobiliaria ha dejado a unos cuantos como gallos de Morón, sin pluma y cacareando. La Banca se está comiendo miles de viviendas que financió sin tino y sin recato. La división inmobiliaria de los bancos está al rojo vivo. Descuentos, pregonan como vendedores ambulantes. A los ricos descuentos. 30% menos la vivienda sobre el precio de ayer. Nueva mentira. El precio de ayer estaba sobrevalorado ese porcentaje sobre su costo real. Si hablan de descuento, aplíquenlo a partir de la sobrecuota. No sigan engañando. No inflen otra vez el globito.
Antes, el tipo de interés se salía del cuadro. Hoy, el euríbor vuelve a su ser. Ayer, la oferta superaba a la francesa y a la alemana juntas. Hoy, un millón de pisos esperan un dueño que les caliente. Meses atrás, el dinero negro hallaba el tinte blanco en ese refugio. En estos momentos, el negro peculio duerme otros sueños. El Gobierno, en vez de respaldar ardides y falacias, a velar por el bienestar de los ciudadanos. Los ayuntamientos, en lugar de recaudar lo que no les corresponde, a procurar precios justos. Estamos pagando el "pato" de tantos desmanes oficiales y oficiosos. Nos está costando un potosí. Y Potosí, aclaro, no es sino la sustantivación del nombre propio de la ciudad boliviana rica en metales preciosos.
Si el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra, se asume. Pero si el trompicón no es producto de nuestro despiste, sino de las zancadillas de otros, la réplica no se hará esperar. Aunque sea dialéctica y mentemos la memoria de sus antepasados.
Un saludo.
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