LA PAPISA AGUAYO
La señora Martínez Aguayo es consejera de Hacienda y Administración Pública de la Junta de Andalucía que preside -jajaja- José Antonio Griñán. De Hacienda y de Administración Pública. Con consejeras como la susodicha, para qué queremos enemigas. Así está la Comunidad. Así está el paro. Así está Andalucía.
Los presupuestos que han destripado, cocido y guisado los psoecialistas de San Telmo se lo van a comer los andaluces. Poca carne y mucho pan. Apenas pescado, pero salsa la que quieran. Para seguir mojando calamidades. El Parlamento va a aprobar estos presupuestos para 2012 con un par de lamentos por cada uno de los genitales golpeados. Regalar más de ocho millones de euros a los “jefesitos” de Comisiones y de Ugt es una patada en las partes pudendas de los desempleados, de los funcionarios, de los pensionistas y de todo el pueblo andaluz. En época de recorte sanitario y educativo, se entrega un sobre lleno a los cómplices de la bestia parda que esta Junta es.
Con estos mimbres monetarios, Pastrana y Carbonero muestran su contento y desbordan sus alabanzas. Cómo no. No es extraño, pues, que los sindicatos sin clase se pertrechen para un futuro que no resulta nada halagüeño para la clase obrera. Si, como todo indica, el Pp triunfa en las elecciones generales y en los comicios autonómicos, los osos tendrán que buscarse alimento distinto a la miel líquida que les proporciona la harca de Griñán. Así y sólo así se puede explicar el apoyo incondicional de los pesebristas al Gobierno del Psoe. Qué vergüenza.
En esta lucha diaria por enrocarse en el poder, la señora Aguayo es la suma pontífice de las trampas legales. Lo mismo se marca unas rumbas paralelas que unas sevillanas falaces o un tango de la corrupción más arrabalera. Es infalible. La señora organiza tinglados que le tiran los tribunales. Pero ella no desfallece. Si los jueces la ponen en entredicho, no se arredra. Más artificios administrativos y puñado de maquinaciones a la palestra. Qué va a poder el judicial sobre el ejecutor. Ella es vicaria de Blanco y de Chaves en tierra andaluza. Ya saben. En el país de los EREs, Blanco es majestad.
En tanto la mona se viste de seda en los vestuarios amigos, los trabajadores miran el cochazo oficial de la papisa Aguayo mostrando un mohín de asco y arrastrando la lengua entre chasquidos de desprecio. En la comitiva, los lujosos vehículos de los líderes sindicales. Escoltan a la sacerdotisa máxima de las componendas dinerarias. Bendicen su careto y besan sus manos. Todos se dirigen al templo de las ceremonias malditas. Allí donde los comerciantes de la piltrafa cambian escaños por euros, trocan derechos por docilidades y blanquean cargos a costa de dignidades.
La papisa está contenta. Cumple la misión que le encomendara la secta. Cuela por izquierdo lo que al derecho repugna. Es una papisa aventurera y sin piedad. No es la controvertida papisa Juana. Es la despreciable papisa Carmen. Adoratriz de ídolos de barro y vestal del becerro de oro.
Un saludo.
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