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Francisco Velasco. Abogado e historiador

CHAQUETEROS DE PANA

 

 Doña Elena es peletera. De tronío. Alemania, Japón o Alemania han ovacionado sus pasarelas. Mujer rica, se conoce su cercanía a Felipe González y a toda su troupe. Vive bien y se relaciona mejor. A la hora del dinero, que se quiten las ideologías. De la pana al visón en un vertiginoso cambio de chaqueta. Benarroch es la maestra de ceremonias de la fiesta de la confusión. Banqueros y menesterosos de la política toman un cocktail junto con los cómicos de la compañía de Almodóvar. El director de cine es tan de izquierdas que siempre le entran por el mismo sitio. Igual que la Preysler. Gente de carnet y posibles.

 

Una psoecialista de gratis total y de ministra fatal gusta asimismo de formar parte de esta farándula de la riqueza y del pavoneo. La aristocracia del pueblo llano viste pieles en privado. No se muestran en cueros pero sí en pellejos. Pellejos morales. El presidente del Gal no pudo acudir a la fiesta. Tanta pana pesa mucho. Sí estuvo su actual compañera. El Madrid del lujo y del pijerío se concentra en salones de moda. En la era de los Borbones, los nobles hacen como si fueran plebe y la chusma se cree, por un rato, parte de los apellidos ilustres. Cretinos de marca y vitola. En el mundanal ruido, el gran Gabilondo. No el ministro. El serhermano. El urdidor de patrañas como la de los pañales de los terroristas suicidas. El hombre de arrogante aspecto y de desmadejado espíritu.

 

Cosas de casa rica. Casa de cosas pobres. Gente sensible y minuciosa como la orfebrería que diseña el exvaquero de Dos Hermanas. Marcan tendencia y se dejan acunar por la jactancia del poseedor. A la fiestecita no están invitados Rajoy o Aznar. No cuadran en el ambiente de jolgorio y de estudiado descuido de los presentes. Demasiado serios y coherentes para aquella parafernalia de señores, bufones y busconas. La gente de derecha vive de su trabajo y de su empresa. Crean empleo y esperanzas. Pieza a pieza y nudo a nudo construyen su proyecto. Doña Benarroch no se siente a gusto entre la burguesía emprendedora y capaz. Sus clientes forman parte del universo de la riqueza del moño.

 

El sarao está servido. La diseñadora de pieles modela joyas. Trata de no ostentar y sin embargo el lujo deslumbra. Los ecologistas no están. Tampoco se les espera. Miles de animalitos han muerto para satisfacer a los empresarios que engordan sus cuentas a costa de su piel. Algunos son taurófobos y sacian su gula con el paté de la oca predilecta. La piel engancha. Si hay que sacárselas a tiras, incluso si están vivos. Que sufran los animales. Pero que nadie vea la masacre. Ojos que no ven. Granjas del horror. El real de la feria de la piel se asienta en Benarroch. Don Felipe está presente. Y los de la ceja no se pierden el evento de la hipocresía.

 

Los chaqueteros son seres serviles y aduladores que cambian al compás de su conveniencia. Cuando el salto es muy brusco, el problema se acrecienta. De la pana campesina a la piel cortesana, hay todo un abismo. Felipe González cubre el precipicio con lianas de oro en forma de joyas.

 

Chaquetero. Felipe, chaquetero. ¿Y Alfonso? Lo mismito. Chaqueteros bien forrados. Pero que muy forrados. Pobrecicos.

 

Un saludo.

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