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Francisco Velasco. Abogado e historiador

A LAS DURAS

 

 Corría el locuelo febrero. Algún día de ese mes, dediqué un artículo a Juan José Cortés. Decía entonces, entre otras cosas, que este hombre se apellidaba como en esencia era: atento, comedido, afable, sensato, prudente, educado sin obsequiosidad e inteligente sin petulancia. Ejemplo de comportamiento. Sombrerazo ante la actitud y la aptitud del personaje.

 

Afirmaba, entonces, que la cultura y la sabiduría se cosechan en los campos del respeto ajeno y del amor propio. Y que era una pena la España profunda de los hurracos y de los eleuterios, que la grandeza es parida en el útero de la categoría humana, con independencia de su cuna, de su hábitat o de su entorno.

 

Terminaba mi escrito con estas palabras: dejemos a los jueces hacer su trabajo. Juan José Cortés es un ciudadano demócrata.

 

Las noticias sobre los incidentes de El Torrejón han provocado expectación social. Imágenes diversas nos han mostrado al ciudadano Cortés en dependencias policiales y judiciales. Los rumores se disparan y las viperinas lenguas pueden crear una imagen distorsionada de un hombre que, en circunstancias dificilísimas, supo ser y estar.

 

A Juan José le pido. Que actúe. Que hable. Que de su boca salgan vientos que alejen las nubes de la confusión. Que sus palabras diseñen un marco de transparencia. Que calle a los agoreros y a los iconoclastas. Sería importante para esta sociedad que pierde valores por el sumidero del egoísmo, que Juan José Cortés volviese a impartir pedagogía.

 

Desde estas breves letras de afecto, le animo a perseverar en su voluntad de justicia y, a su través, de concordia.

 

Un saludo.

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