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Francisco Velasco. Abogado e historiador

CONTRA LOS CRISTIANOS

 

 Qué tendrán en la cabeza quienes persiguen al cristianismo. Qué les pasa. ¿Es odio a una confesión, inquina a una Iglesia o ausencia de virtud? Desde mi reconocido descreimiento, me pregunto y no hallo respuesta. No es cosa de ideología, pues la doctrina de Cristo es seguida por personas allende su militancia política. Tampoco es caso de fundamentación teológica, ya que los dioclecianos de hoy no confinan en catacumbas a los seguidores de Jesús. Qué ocurre entonces cuando en un Estado aconfesional se ataca de manera tan injustificada los símbolos e iconos de esta religión.

 

En Mérida, a falta de creatividad, la puesta en escena de la Antígona de Sófocles recurre al tópico de la Guerra Civil española. Difuminada la causa de la tragedia griega, se pretende despertar el interés del público a partir de hechos pretéritos pero dolorosos, buscando abrir las llagas de un conflicto que debiera estar cicatrizado. Cuando los artistas se refugian en el escándalo fácil y en la ofensa burda, mal andan de genio. La exposición de una fotografía en la que un actor aparece desnudo, caracterizado de hijo de José y de María, constituye un claro ejemplo de cuanto digo. Si la comprensión y respeto al artista ha de pasar por el desprecio y por la vulneración de las sensibilidades religiosas del pueblo, apaga y vámonos.

 

La delegada en Extremadura del (mal)Gobierno del Psoe pide respeto y tolerancia de los cristianos hacia los artistas. A los cristianos. A los manipuladores chabacanos de los clásicos griegos, no. Están por encima del bien y del mal. Y digo yo: qué obsesión embarga a estos directores teatrales y nefastos adaptadores de guiones para escapar del texto y zaherir a los creyentes. ¿No será que sus ofensas verbales y gráficas a los cristianos se enmarcan en la propia prédica de no violencia de sus principios y de su fe? ¿Se atreverían estos cobardes a escenificar la figura desnuda de Mahoma?

 

La cosa es epatar, asombrar. Sin duda, lo consiguen. Jamás serán admirados, sin embargo, por su talento innovador o revolucionario. Es más: su popularidad se impone sobre su fama en tanto los medios recogen lo accesorio como noticiable mientras reducen a la nada el principal argumentario de la obra literaria. Se conforman con meter ruido una vez constatan que las ovaciones son imposibles. Reaccionan frente al progreso. Retroceden ante la fuerza del clásico entendido como modelo y arquetipo. Como carecen de ideas, rompen crismas y se dedican a herir creencias.

 

Contra los cristianos. Únicamente contra los seguidores de esa figura que unos consideran divina y que servidor no alcanza sino a denominar singularmente histórica. Se comportan como las fieras de la selva. Atacan a los más indefensos. Se arredran ante los poderosos o los que tienen sed de venganza. No son tigres o leones. Simples hienas, buitres carroñeros. En su torpeza, ignoran que en el mundo de la justicia, incluso los que no participamos de los dones de la fe, nos ponemos de lado de los perseguidos, de los más necesitados, de los que sufren acoso injusto. La estupidez mental y moral de estos timoratos del demonio sirve para que los creyentes consoliden sus convicciones y certidumbres.

 

Así, si su acción ambicionaba otros objetivos, aparte de sacarle la pasta gansa al psoecialismo que mandaba, hasta ayer, en Extremadura, se van a tener que ir con el rabo entre las patas. O a rabear por ahí. Como los animalitos que menean su apéndice rectal hacia una parte y otra. Buscando un consuelo, una caricia, una dádiva, una subvención. Porque si no la consiguen, muerden.

 

Un saludo.

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