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Francisco Velasco. Abogado e historiador

EL CRIMEN

 

 Si no delito grave, que puede serlo, cuanto menos es una acción reprensible por indebida. Si es de lesa majestad, la víctima es el soberano. En democracia, la soberanía la ostenta, felizmente, el pueblo. Los ciudadanos a quienes los gobiernos deben servir son los reyes. Los asesinos morales del rey pueblo sienten que les ha sido negado un lugar en el orden social. Freud sostenía que quienes no controlan sus instintos, vuelven a la infancia en busca de una reparación de sus viejos traumas. El homicida, siquiera mental, acaso moral, dice mucho de su cultura. El horizonte cerrado, la adicción al protagonismo, la codicia, la derrota ante las tentaciones de poder e influencia, el desacuerdo en el seno de su grupo, son factores que generan y/o acrecen estados depresivos. De la depresión al crimen, un paso. El problema del criminal, aunque sea político, es que ese paso en falso le conducirá a la cárcel de papel y, como en el parchís, puede retroceder casillas o estar varias jugadas en el dique seco.

 

La soberanía nacional reside en el pueblo y se ejerce por medio de sus órganos constitucionales representativos. Cuando los representantes olvidan el mandato de los electores y se convierten en comisionistas de empresas distintas, el crimen se ha producido. Tal vez no sea delito. Sí es, sin duda, crimen.

 

La derrota electoral del 22 de mayo se ha cobrado muchas víctimas. Y las que te rondaré. En un intento desesperado de minimizar los efectos destructivos provocados por las urnas, PSOE e IU velan armas, se conjuran, conspiran y buscan salidas airosas. Cómo atender al ejército de amigos, parientes y clientela en general que están a punto de perder su prebenda, su privilegio, al tiempo que son desposeídos de su cargo público. La bolsa de enchufados ha crecido exponencialmente en los últimos años. Ahora deberán saludar las fiebres del desempleo. Muchos de ellos, huérfanos de oficio y de beneficio, se acercarán a los umbrales de las sedes partidistas y de las subsedes sindicalistas de Toxo y Méndez, en demanda de un rinconcito desde el que seguir mangoneando lo público. Pero claro, si UGT y CC.OO merman sus ingresos y las subvenciones les son rebeldes, entonces su capacidad de acogida de tantos vagos, algunos de ellos maleantes, será tan débil que apenas podrán lanzarles unas migajas. En ese momento, los nervios harán presa de los afectados y éstos cantarán la traviata en arameo. El personal de confianza será, desde ese momento de inquina, gente de suma desconfianza. Perros rabiosos que se vuelven contra su antiguo amo.

 

La Diputación de Huelva es un problema de magnitud diez. Izquierda Unida es el árbitro de un desencuentro muy equilibrado. Trece contra trece. Los trece de la transparencia contra los trece del palacete y del pesebre. Los trece del tiro de la manta frente a los trece de la basura bajo las alfombras. El árbitro tiene muy claro el discurso del pueblo soberano. Diáfano, el mensaje de los pactistas del pseudo progreso. Se pasan a sus bases sociales bajo la bota paramilitar claveteada de hierros. El trencilla de turno se encuentra entre la espada del corruptor y la pared de la verdad. En medio, millones de euros que pueden volar. Inquietudes y miedos.

 

Tambores de guerra en la politica municipal y provincial. Las amistades peligrosas de los sindicatos están alertas. Un avance de los indios populares supondría el final de la banda de cuatreros uniformados como militares yankis. Algunos, por si acaso, ya se han hecho el cuerpo a la dura travesía del desierto. IU se postula/"pustula" como organismo que ha de resolver un conflicto en el que tiene intereses propios. Ganar o perder. He ahí la cuestión. Sólo si actúa con indecencia puede cambiar el resultado: perder o perder. He ahí el fracaso. Si se mueve por cauces de honradez, el fruto será ganar o ganar. Al menos, credibilidad. Que por qué. Porque nunca participaría en el crimen de lesa majestad. Nunca. Crimen, ni uno. Ni uno.

 

Un saludo.

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