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Francisco Velasco. Abogado e historiador

QUÉ IZQUIERDA

 

Las declaraciones de Pedro Jiménez en "La Lupa", programa que dirige y presenta Rafael Unquiles en Canal Luz, me han llenado de asombro. Asombro entendido como decepción, desencanto, chasco y, por qué no, desesperanza. Acaso este articulista se forjó demasiadas ilusiones en la categoría humana de este político o en la distinción política de esta persona. Es posible. En cuyo caso, su arquitectura ideológica se ha venido abajo como se derrumba un castillo de naipes.

 

Uno cree en las ideologías. Como escribía Bobbio, el árbol de las ideologías siempre está reverdeciendo. Lo que ocurre es que esos brotes verdes son tan efímeros, cuando no ficticios, como las protestas mentirosas de la ministra Salgado. Existen izquierdas y derechas, eso es indudable. Igual de evidente que las organizaciones de ambos signos son programas para la acción. Para la acción. En su defecto, las ideologías se quedan en meras elucubraciones demagógicas.

 

Pero volvamos a don Pedro Jiménez. Si es verdad que el motor que anima sus decisiones es la de procurar la igualdad de condición de los seres humanos, sus palabras dicen lo contrario y, lo que es peor, su programa político es una sarta de mentiras. Negar el agua al Partido Popular, según el mismo proclama, constituye toda una exposición de motivos totalitarios. Es la negación de la idea de humanidad y de humanística. Supone la consagración de un ánimo tan parcial y tendencioso que se emplaza en lo nauseabundo. La expresión culmina un proceso antisocial que excluye de la ciudadanía a millones de habitantes. En ese camino, puede vindicar un cordón sanitario que integre en un gueto a los simpatizantes de la derecha. Si profundiza en ese foso infesto, alcanzará la sima más nefasta que vivieron los siglos: la de la inhumación de los distintos, de los discrepantes, de los disidentes, de los que piensan de otra manera. A partir de ahí, ya sabemos el resultado final.

 

No esperaba esto de Pedro Jiménez. Ni siquiera ha mostrado la gallardía de asumir, en su propia responsabilidad, su apoyo al Psoe. Al tiempo que critica, con la boca chica, a la cúpula del chalet del Conquero, se refugia en la base social de izquierdas de este partido para vendernos la burra de un pacto repugnante. Entregar a Petronila Guerrero la presidencia de la Diputación de Huelva degrada al actor al tiempo que desprecia al público. Y da igual que sea Petronila que Caraballo o Juanito el de los palotes. El problema es entregar las llaves del tesoro público a quienes se han gastado hasta lo que no teníamos. Y la rescisión prometida del contrato del palacete no es sino un brindis al sol. Como dice Jesús Toronjo, "una provincia con 82.800 parados no se puede seguir permitiendo el lujo de que la presidenta de la Diputación tire siete millones de euros a la basura en el alquiler de un edificio innecesario". Muy bien, pero muy escaso.

 

Diego ha caido en la trampa de Valderas y Torrijos. Se ha dejado seducir por los cantos de sirena de un posible ascenso en el seno de su partido. Ha tirado a la calle un caudal amasado gracias a un trabajo ímprobo y honrado desarrollado durante años. Ha hecho de la democracia un organismo enclenque, con una relación débil con el cuerpo social. La ciudadanía posee derechos y deberes. Los posee para usarlos y disfrutarlos. Los onubenses han dado un voto de confianza a Pedro Jiménez. No a Izquierda Unida. A Pedro Jiménez. Su mensaje ha calado muy por encima de lo que las encuestas vaticinaban. Ahora, en dos días, echa por tierra la siembra de tanto tiempo.

 

He escuchado a Paco Morán comentar con notable frecuencia y no menor insistencia que votar a IU es votar a PSOE. Participaba bastante de su pronunciamiento mas discrepaba en su rotundidad. Uno pensaba que Pedro Jiménez y otros singulares compañeros de su partido eran la excepción que confirmaba la regla. Paco tenía razón. Me equivoqué. Cambiar la sociedad pasa por ser fiel a unos principios. Reformar el tejido político de este país requiere llegar al Gobierno de manera legítima. En caso contrario, todos somos unos cantamañanas. Y volviendo a mi admirado Engels, recuerdo a Pedro Jiménez que el gran filósofo definía la ideología como el fruto de una conciencia falsa. Pocas veces acertó tanto el amigo de Carlos Marx.

 

Si Pedro Jiménez ha abdicado de la ideología y toma el derrotero de envasar las libertades individuales en el recipiente hermético de las libertades colectivas, entonces hundirá su crédito político en las aguas sucias de la extrema izquierda. Por más que él sea un hombre cabal. En tanto, Mario Jiménez disciplina a sus alcaldables como el tiranuelo doblega a sus huestes. Pedro Jiménez se entrega  al dictador. Y yo le pregunto: qué izquierda es la suya. La suya. No la de Valderas o la de Torrijos, que ya sabemos de qué pies renquean. La suya. La respuesta se escribe en obras que son amores. Obras de izquierda verdadera.

 

Un saludo.

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