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Francisco Velasco. Abogado e historiador

COZCUERA

 

 El señor Corcuera fue ministro del Interior del Gobierno de España. Ministro de la España de Felipe. Electricista de profesión, el egregio político hizo del enchufe red de trepasierras. De la cachiporra, pin identificativo del matonismo. De la patada en la puerta, seña de su personalidad. De su liberalidad con dinero del pueblo, joyas de oro. De su calidad democrática, Lasa y Zabala, Fondos Reservados, Barrionuevo y Vera.

 

El prohombre se dio una vueltecita por la pasada feria de Sevilla. Jinete en vehículo ministerial, pretendió acceder al recinto abrileño por calzada reservada. Su coche no se encontraba entre los vehículos de servicio público u oficiales, únicos autorizados. La policía local le prohibió, en consecuencia, el paso. La coz verbal se materializó en la tópica frase de los fascistas irredentos: usted no sabe con quién está hablando. Se va a enterar de quién soy yo. Es posible que los agentes fueran tan jóvenes que no reconocieran la oronda figura del exministro ni recordaran sus hazañas de aquellos tiempos. Servidor, sí. Como si fuera ayer.

 

Corcuera inspiró y alentó la promulgación de la Ley Orgánica 1/92 de 21 de febrero, de protección de la seguridad ciudadana. Ley que sigue vigente. Ley a la cual el Tribunal Constitucional declaró nulo el apartado segundo de su artículo 21. La dimisión del exugetista tras el varapalo, acarreó la de otros psoecialistas ilustres y famosos, entre ellos Rafael Vera y Luis Roldán. Barrionuevo le mostró su solidaridad. Los nacionalistas vascos y catalanes se sumaron al brindis por su continuidad. Por qué sería. Aznar, por su parte, manifestó que la anulación de la patada en la puerta "debe producir alguna consecuencia política". Julio Anguita, los hay igual de honrados, pero difícilmente más, ratificó sus anteriores declaraciones: “de declararse inconstitucional la ley, Corcuera tendría que dimitir”.

 

Ahí lo tienen. Dieciocho años después, Corcuera mantiene alzada la pierna, presto el pie y presente la idea rompedora. Te vas a enterar lo que vale un peine, dicen que amenazó al policía local que cumplía con su deber. El alcalde de Sevilla es Monteseirín. Correligionario y conmilitón del hombre de los gestos chulescos. Si el regidor hubiera sido Zoido, los gritos contra el PP hubieran trascendido los Pirineos.

 

Algunos viven del cuento. Otros, de las cuentas ajenas. Los hay que exprimen la teta del Estado hasta el postrer suspiro. Corcuera, de la era de González, Chaves y demás adalides de la vieja guardia del PSOE, entiende que la puerta es suya. El interior, también. La calle, por supuesto. El coche, el chófer y el escolta, del mismo modo. Todo es suyo. Y si no se lo damos, coge los bártulos y se va sin jugar. Modales y modelos a no seguir. La democracia queda ancha a estos sujetos agentes de una política indecente. Se van pero se quedan. Reminiscencias.

 

El Estado de Derecho no se hizo para estas piezas torcidas. Su actitud torticera aplasta lo que se interpone en su camino. Cozcuera. Monteseirín expedientará a los agentes. ¿Qué se apuestan?

 

 Un saludo.

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