Blogia
Francisco Velasco. Abogado e historiador

BANDARRAS

 

 El señor Rubalcaba es vicepresidente primero del Gobierno. El primero. También figura en el organigrama monclovita como Ministro del Interior. Ministro. En esta línea de acaparamiento de cargos, ya se sabe, quien mucho abarca, poco aprieta. El hombre anda más preocupado por el futuro de su persona y por el de su partido. No es para menos. Basta echar una mirada a los titulares de la prensa, para comprender que es difícil hacerlo peor. No obstante, están en ello.

 

Experto en mentiras y perito en mendacidad, Rubalcaba consolida el extendido brocardo de que las estadísticas mienten. En efecto. Los datos que se ofrecen son tan falsos como el propio diputado en relación al escándalo del faisán. En este sentido, llama poderosamente la atención el mensaje acerca de los delitos comunes cometidos en España durante el último año. Que han disminuido, dicen. Dice. Propala. Infunde. Mentira abyecta.

 

Las bandas delictivas organizadas aumentan sin cesar. Los asaltos a negocios de todo tipo, viviendas, y patrimonio en general, son continuos, constantes, pertinaces y no tienen fin. La propiedad corre el riesgo de perder su carácter privado. La impunidad con que los ladrones asaltan casas, roban coches, sustraen materiales y perpetran todo tipo de barrabasadas, constituye motivo de ánimo para los facinerosos y causa de hastío para las personas honradas. Ni ventanas con barrotes ni puertas metálicas ni alarmas instaladas hacen desistir a los amigos de lo ajeno de sus malévolos fines. Los medios recogen, de tarde en tarde, el estado calamitoso de la cuestión. Las Fuerzas de Seguridad del Estado se ven impotentes para cortar la sangría. Los agentes de la autoridad son pocos y mal pagados. Disponen de medios insuficientes para controlar unas poblaciones en aumento. Hoy detienen a un grupo y mañana el juez los pone en libertad. Así está la cosa. Rubalcaba, en cambio, nos vende cifras insoportablemente manipuladas.

 

En Huelva, los campos son punto de atracción de inmigrantes. Hasta el inicio del verano, las localidades freseras contemplan un espectáculo grandioso. Millares de ciudadanos extranjeros pueblan las vecindades y aportan a la población autóctona un paisaje multiétnico especialmente colorista y humano. Son inmigrantes que contribuyen a crear riqueza. Gente de bien que busca fuera de sus países lo que no encuentran en su lugar de origen. Juventud honrada que se abre camino en tierra a veces hostil. Entre ellos, confundidos como serpientes, se infiltran las bandas. La golfería no tiene nacionalidad. La organización mafiosa no es patrimonio del hampa neoyorquino ni de la cosa nostra. Se ubica allí donde el Estado es un coladero y donde el Derecho se torció pronto. Estas bandas saquean. No se limitan a allanar moradas. Penetran en las casas empleando la fuerza y, ya dentro, desvalijan, saquean, arrasan y destruyen.

 

De Almonte a Lepe pasando por Moguer o Palos. La razzia no deja títere con cabeza. Un amigo me comentaba que, en los tres últimos meses, le han robado dos vehículos. Uno de ellos, apareció calcinado, seguramente para no dejar huella. El otro fue recuperado por la policía en condiciones exclusivas para su transporte en camión-grúa. En el plazo de días, su casa de campo ha sido violentada en dos ocasiones. Las urbanizaciones vecinas no han escapado al horror. Los amigos de lo ajeno están haciendo las Españas y el agosto. La policía y la Guardia Civil hacen lo que pueden. Y es mucho y bien.

 

La inseguridad reina en nuestro país. No ya política. Ni siquiera económica. Más allá de la jurídica. Social en todo caso. Personal, siempre. Hoy te roban porque el dueño no está. Hay que dar gracias al Altísimo. La presencia de los propietarios no disuadirá a los bandidos. Apalean y ya está. La vida de los demás importa un comino a estos malhechores. Las cosas están así. Y así deben relatarse. Lo que no se puede admitir es que Rubalcaba engañe tanto. Aparte de timar al pueblo, lo embauca y lo traiciona. Para esto, sería mejor que se uniera a aquéllos. Nos saldría más barato. Y la defensa, mejor. Dónde estamos llegando. Bandas. Armadas. Desalmadas.

 

Un saludo.

0 comentarios