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Francisco Velasco. Abogado e historiador

LA IRA DE MONTESQUIEU


 Lo del Estatut de Cataluña es una juerga. A tres años de su entrada en vigor, el Tribunal Constitucional, que preside Emilia Casas, tan amiga ella de la vicepresidenta primera del Gobierno (la amistad entre tan altas representantes de los poderes judicial y ejecutivo da que hablar), todavía no ha parido una sentencia. Elefantiásico embarazo, pardiez. 

 Se sabe que el TC es el intérprete de la Constitución y que nuestro texto constitucional, de tan flexible, requiere cierta práctica interpretativa además de una fuerte dosis de pericia jurídica y un cocido bien caliente de astucia política. Pero tres años de preñez son muchos. Doce magistrados menos uno para una gestación en exceso ciclópea. Suena extraño. Música y letra no siguen el mismo ritmo.

 -Tiempo al tiempo, articulista, que la operación es compleja y delicada. -Tiempo es el que falta, amigo lector, cuando se pone en juego, entre otros valores, la libertad lingüística en una región de España como Cataluña es. La libertad es un derecho fundamental para el que los minutos son decisivos. No valen retrasos.

  No es de recibo que la señora Casas afirme que no hay prisa pero silencie que tiene miedo. No entra en cabeza humana sensata la supeditación del Estado de derecho al chantaje nacionalista catalán. Resulta deprimente que ZP se halle cautivo de Carod y los suyos. Causa pavor que el independentismo irredento de los de Ezquerra manipule los hilos de la política española. Es lastimoso que el Presidente del Gobierno simule controlar la situación cuando el fuego voraz abrasa. Parece patético que el poder judicial abdique de su independencia para someterse al poder ejecutivo.

 Se pervierte de tal modo la democracia que Montesquieu, muerto, se negaría a vivir si pudiere. Su obra, devastada. ¿Qué diría Picasso si a su Gernika lo mutilan como han desgraciado la doctrina del ilustrado francés? Se moriría de vergüenza. Vergüenza y pudor que algunos jamás han conocido.

 La falta de libertades es malo. La ausencia de referentes éticos, peor. La carencia de estadistas democráticos es el problema. Ahí sí está el problema. Lo que no se encuentra es la solución. La de ZP no es solución. Es "avestrucismo". Ya me entienden.

 Un saludo.

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