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Francisco Velasco. Abogado e historiador

BLANCO PEPIÑO

 

Algunos no hablan. Berrean. La pérdida de la hegemonía en la manada provoca las disputas de los machos. Depende del rebaño. En las filas de la grey psoecialista, los poderosos no luchan entre sí. Temen que las heridas sean incurables y carecen de fuerza para fundar otras familias. Más vale tesoro en mano.


El nuevo jefecillo de la tropa es el señor Blanco. Don Pepiño. Se calza las botas de siete leguas, enmanga el bastón de mando y, hala, a repartir palos. A los de su partido, no. A éstos los hace callar con la mirada de Guerra. A quien lanza sus mandobles es al PP. No puede soportar el tañido fúnebre de las campanas que auguran una escandalosa derrota electoral. Sabotaje al PP. El poder es del PSOE. Haga lo que haga. Yerre lo que yerre. Robe lo que robe. Estafe lo que estafe.


Don Pepiño lanza contra Camps denuestos tras imprecaciones. Le aconseja -él, Pepiño, el jefe de la panda más sectaria- que asuma su responsabilidad. Él, el más ilustrado universitario que jamás piso Facultad alguna, se atreve a exigir responsabilidad a la Oposición en vez de demandar a su jefe de filas por conducir a España a la quiebra constitucional. El ministro de Fomento más bananero, junto a la ínclita Magdalena Álvarez, no se detiene en su arrogancia estúpida y acusa a Rajoy de no aplicar en su partido el código ético. Que Pepiño hable de ética es como pedirle a Guerra que abjure de sus hermanos o a Felipe que reniegue de la difunta Pilar Miró.


El problema de la España de Zapatero es Zapatero. No hay otro. Junto a Zapatero, los parásitos -y parásitas- que viven a costa del país que mal regenta el adalid de la cultura del artisteo y de la ceja. Zapatero es el problema. Las elecciones, la solución. Solución a corto plazo. Solución en cuanto ventana que permite la entrada de aire fresco que se lleve la inmundicia acumulada en las esferas de la Administración más rufianesca de las que han existido en treinta años de democracia. Solución en tanto se permita poner coto a la riada de gastos superfluos generados por unos gobernantes tan corruptos como incompetentes. Solución en cuanto deje vislumbrar la ilusión de eliminar del contubernio mafioso de algunos sectores de la política a personajes tan rastreros e indeseables como Aído, De la Vega, Pajín, Chaves, Bono y, por supuesto, don Pepe Blanco. Solución, en ese sentido y en ese contexto. Luego, que el pueblo hable y que su voz sea soberana aun cuando se equivoque como los monarcas del sol.


Nos queda un consuelo. La UE es el solaz. De no tener la fiscalización -tardía pero celadora- de la Eurozona, Zapatero hubiera puesto en marcha la maquinita de fabricar billetes de todo tipo y argentinizar a España al más genuino estilo peronista. La devaluación de la peseta hubiera transportado a la economía española a la autovía de Zambia o de Togo. Mientras tanto, Blanco hubiera activado el reloj de arena de la miseria inacabable.


Las amistades peligrosas que son Castro, Chávez, Morales, Correa o Kirchner han contribuido, sí, pero no son la causa del desastre. Dios los cría y ellos se juntan. Los mandamases del subdesarrollo aspiran a ser los caudillos de la democracia dictada. Manosean los resortes electorales para establecerse en la seguridad del perpetuo poder. Pepiño Blanco quiere ser como ellos. El gran macho. Blanco. Pepiño.


Un saludo.

 

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