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Francisco Velasco. Abogado e historiador

LA GUERRA DE LIBIA

 

 Ay de mi chiquirritón que ha nacido entre nubes. Ay. Zapatero, hasta ayer amigo de Gadafhi y máximo impulsor de la Alianza de Civilizaciones incívicas, que no está por la labor de permitir al carnicero de Trípoli su sangrienta política. A Sadam Husseim, sí, que ese era menos malo. Al libio, no, que le regaló un caballo a Aznar y a él únicamente le agasajó. Las guerras de ZP son como las hazañas bélicas del Psoe. Siempre ganan los que a ellos conviene. Ayer se abrazaba al socialista libio. Hoy lo proscribe de su agenda. Sin embargo, ahí lo tienen. Bendito el español que mucho predica y nada hace y al norteafricano, que mucho hace y predica poco.

 

Mientras, los ataques indiscriminados contra civiles continúan. El uso desproporcionado de la fuerza es la moneda de curso legal. Miles de personas se arraciman en las fronteras con Túnez y Egipto. Las organizaciones humanitarias no pueden acceder al territorio. Ban Ki Moon se preocupa. ZP llora. Los boabdiles de vía estrecha no mueven una pestaña para frenar en seco la matanza. O acaso es que entienden preferible la declaración hipócrita de intenciones antes que la acción directa en el país del desierto. Va a ser eso. Los cínicos más redomados son los primeros en desmarcarse públicamente del poder asesino aunque, en la trastienda de las comunicaciones, le ofrecen su apoyo decidido. O es que Al Qaeda tiene algo que ver en este maremágnum de conflictos. O es que la importancia geoestratégica de Libia no ha sido bien ponderada. O es que vituperan a Pilatos para honrar a Herodes. O es que se van a saltar a la torera la soberanía del país norteafricano y, con ella, el derecho internacional.

 

Politiquillos de orejas kilométricas y secas almas. Manipuladores infames de la realidad. Y la ONU, declarando sin evacuar. Evacuando sin tener ganas. Cobardes de la talla moral de Chávez. A éste se le nota cada día más el rizo dictatorial. Se pone del lado de su compañero de aventuras al límite. Lo que no es de recibo es la oratoria cómplice de los aliancistas zapateriles. Por qué, al menos, no se ponen de parte de los sublevados y reconocen, siquiera testimonialmente, al neogobierno de Bengasi. Va a ser que no. Palabras vanas, por millones. Acciones buenas, ni una. Es el sino del presidente español más nefasto de todos los tiempos: ni una mala palabra ni una buena acción.

 

Libia se desangra. Los demócratas de toda la vida, a mirar el río de sangre se detienen. Observan el fenómeno como la licuación venerada de san Genaro. La guerra civil es el futuro próximo de Libia. El premier británico y el presidente español se entretienen en Bruselas. El hijo de la Gran Bretaña, cual Blair, es partidario de aliarse a Obama para disuadir al halcón del desierto libio. ZP está por la labor, sí, pero impone dos requisitos. Uno, que el Consejo de Seguridad dicte una resolución para bendecir la “actio belli”. Es que sin la bendición del Vaticano civil, acabar con las muertes está mal visto. Las guerras son legales siempre que Naciones Unidas exprese qué muertes son necesarias, cuáles son convenientes y hasta dónde se debe conceder tiempo. El segundo requisito es que la Liga Árabe o la Unión Africana avalen la intervención. Si no hay aval, no hay préstamo. Mientras, los salarios de tramitación se colorean en los charcos de los muertos y de los heridos. Falta que Obama imite a Bush, rearme a los rebeldes, envíe la escuadra destructora y Zapatero grite, ensimismado, sí a la guerra, viva la guerra santa.

 

En Libia hay guerra. No es que vaya a producirse. Ya está. Y como todas las guerras, las muertes de inocentes inundan de basura a quienes tienen el deber de pararla y se tocan el silbato con la viperina lengua bífida. Porque detrás, como en Irak, el petróleo reclama su protagonismo. El oro negro de Libia es imprescindible para que el suministro a España esté asegurado. Como falle el abastecimiento, ni 110 ni 90. Peatonalizados todos. Y las industrias, al garete. Este Gobierno de Zapatero es así y no de más carnes. Tanto gritar no a la guerra de Irak y ahora se tiene que comer sus denuestos con patatas fritas en aceite de colza.



Zapatero. A ver si Ban Ki Moon impulsa una resolución. Lo más arbitraria que sea. Pero que resuelva. Que nos quedamos sin carburante. Lo de los muertos le importa poco. Si de verdad fuere así, qué digo la sexta flota, él mismo se lanzaba en paracaídas, cual Moisés contemporáneo, en pos de la salvación del pueblo libio. Valiente. Valiente...



Un saludo.

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