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Francisco Velasco. Abogado e historiador

LAS PENSIONES DE ZAPATERO

 

    La confianza de Zapatero en la bondad de la economía española es la de un caracol en medio del desierto del Sahara. Ninguna. El presidente es un mentiroso convulso a la par que compulsivo. Su convulsión es, sin embargo, singular. Ni contrae, de forma intensa o involuntaria, sus músculos faciales ni revela agitación corporal alguna. Puro témpano. Su compulsión tampoco denota pasión vehemente por algo o por alguien. Autocontrol en estado sublime.


   Lo suyo es el engaño, el enredo, el engatusamiento. Dialéctica de escasa calidad y de regate corto. De ahí no pasa. Su más reciente triquiñuela verbal se amasa en el taller del embaucador. Si miente y no lo pillan, adelante con los faroles. En cambio, si le descubren el camelo, admite la mayor pero la almibara en la jugarreta del recuerdo. Pensiones privadas. Ninguna, dijo. Pensiones privadas, dos, le reprochan. Ni me acordaba, se apresura a refutar el fingidor. No se acordaba. De ninguna. El pobre. Tanto con la memoria histórica y resulta que él es un adalid de la desmemoria de conveniencia. El pobre.


    Estos psoecialistas postineros y estos izquierdosos de tronío son así. Trileros de la política. Te dan el cambiazo en un suspiro. Primero, te acercan el señuelo. Una vez picas, sube la bolsa. Aumentas la inversión y, hala, timo que te crió. Como el del tocomocho. Te muestran el décimo y nos esconden la fecha. Todos a consumir. El sistema financiero español es sano y fuerte. Ejemplar el modelo bancario. ¿Verdad, Botín? Hasta Garzón lo ha confesado. Pero, bueno, ¿hay, o no, peligro para las pensiones de los trabajadores? Pues miren a Zapatero. A falta de una pensión privada, un par. Como Chaves o Montilla, de las baronías andaluza y catalana. Mucha escuela pública y envían a sus hijos a elitistas centros privados. No sé si se burlan, se cachondean o, simplemente, se guasean del personal. Hagan caso, no obstante, al refrán castellano: “cuando las barbas de tu vecino veas pelar,...”.


    Si el presi nos vende seguridad en las pensiones públicas, a qué las privadas. Las hormigas siguen taponando huecos, sus huecos. Los demás, que se fastidien. Si no saben qué hacer ni a qué atenerse, es problema de ellos. ¿Y los mayores? Más de lo mismo. Ande yo caliente y ríase la gente. Lo decía Góngora. Era el símbolo de la supervivencia en la crisis del Barroco. Eso dice Zapatero. Como los pícaros más celebrados. Cuando el frío se haga dueño, él, el presidente, lleno tiene el brasero de bellotas y de castañas. Y que no le vengan con patrañas. Ni con cuentos ni con milongas. Tripensionista Zapatero. Lo que sabe. Por cierto, me puede apuntar alguien dónde trabajó alguna vez Zapatero, aparte de su sempiterno oficio de diputado cunero. Tres pensiones. Tres.


    Concluyo con don Luis de Góngora: “Traten otros del gobierno del mundo y sus monarquías, mientras gobiernan mis días, mantequillas y pan tierno, y las mañanas de invierno, naranjada y aguardiente”. Y que critique la gente. La gente. Tres pensiones. Trilero.


    Un saludo.

 

 

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