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Francisco Velasco. Abogado e historiador

RIFIRRAFE SINDICAL

 

La duda no es nueva. La sospecha viene de muy atrás. Cada vez que dudo, muestro la perplejidad de mi ánimo ante las contradicciones de mis interlocutores y tardo en decidirme en seguir a unos o a otros. O a ninguno. De la duda, paso a la sospecha. En cuyo caso, la duda se torna recelo porque capto que las incoherencias de mis informadores revelan un punto de mala intención. Cogito, ergo sum.

 

Con los dirigentes actuales de los dos grandes sindicatos, ni albergo dudas ni me pierdo en sospechas. Directamente me infunden la certeza del delincuente pillado en plena faena. Si ayer hablaban de la bondad del Gobierno en su política social y hoy se alinean con Zapatero a fin de sacar adelante su atraco a la sociedad, no se puede dudar ni sospechar de la necesaria cooperación que las organizaciones obreras, con sede festiva en el Villamagna, establecen con los bien pagados ministros psoecialistas. Si no, no podría explicarse los bandazos de los dos organismos cada vez más verticalizados.

 

Uno puede quejarse de la defectuosa democracia que estamos adulterando. Incluso valen los lamentos en torno a la escualidez de los valores ciudadanos que forjan con embudo las sectas autonómicas que sucursalizan el poder central. Lo que no es admisible es que el poder sindical se corrompa al ritmo del pasodoble compuesto por Toxo y Méndez.

 

Pasodoble torero. En tanto la credibilidad sindical descanse en las figuras de estos dos banderilleros de la Cataluña antitaurina, la ciudadanía no dejará su dinero en las arcas de estos faranduleros charlatanes y bocazas. Para recobrar el crédito, es preciso pagar lo que se debe. Y deben hasta las sedes que habitan. No las van a devolver al patrimonio nacional, eso seguro. Como no tienen el propósito de reingresar al gobierno sobornador las millonarias subvenciones que les otorga para decir hoy sibwana y un rato después siseñor.

 

Nadie puede entender la tarea de estos sindicatos desalmados. Los intereses de los trabajadores no son el objeto de sus tareas de ocio perpetuo. Su afán bascula hacia el amparo del mantenimiento de su status personal. Mucha pancarta, la camisería de marca simulada en su indumentaria descorbatada, y poca vergüenza política. Tan de acuerdo se muestran los líderes de estos ricos y poderosos grupúsculos, que no cabe entre ellos la menor disensión táctica y estratégica. Se juegan mucho en el envite. La cantidad apostada es multimillonaria y con el oro del Moscú monclovita no quieren bromas. Los puntos de posible discordia se lavan en la máquina tragaperras del BOE o de los boletines autonómicos.

 

No cabe rifirrafe. Ni la bulla más liviana es posible. En las familias de los hampones norteamericanos de los años veinte del pasado siglo, el padrino marcaba la pauta. Si el modelo seguido no proporcionaba los réditos esperados, comenzaba la lucha por la entronización de una nueva casa reinante. No se jugaba de farol. O cascabas dinero o la ráfaga segaba carreras y vidas. La contienda sindical no existe. Tampoco la discrepancia de opiniones respecto a Zapatero y compañía. Observen la mediación del camarada Valeriano Gómez en su rol de Jekyll y Hyde. Genial. A veces, se le nota un ligero rubor al desempeñar tan desairado papel. El recortado mostacho le ayuda a helar su repugnante sonrisa de hiena. Como si nada. Él, a los suyo. A recortar al pueblo. A engordar a síndicos y ministeriales. A mentir a los españoles. A evitar la ruptura con el pagador.

 

Si alguien piensa que los de Comisiones Obreras y los de UGT pueden manifestar desacuerdos internos, tengan por cierto que los mismos no se deberán a la defensa de la causa trabajadora. Se limitarán a escenificar un rifirrafe sobre cómo repartirse un mayor trozo de la tarta patria. Si Marcelino levantara la cabeza.

 

Un saludo.

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