ADIÓS AL AÑO, ADIÓS
La primera década del siglo XXI toca a su fin. Cien años antes, casi nadie vaticinaba la primera de las dos guerras que destrozarían al mundo. Los años diez anuncian dificultades. Muy graves. Como siempre, el pueblo paga las facturas de gobernantes infames. Se nos avecina una época de especial dificultad. Todo el mundo está sumido en problemas. España no es ajena a los mismos.
Dicho lo cual, quiero despedir el año con esperanza. Incluso con optimismo. La fe es un valor inquebrantable. Atrás quedan Himalayas. Cerca nos esperan Everets impenetrables. Pero ya metidos en la escalada, los montañeros nos aprestamos a la lucha contra los elementos.
Una cosa sí. El guía no sirve. Los sherpas, tampoco. Con ellos, lo más fácil, será dar tumbos por ausencia de oriente. Los reyes son magos pero no taumaturgos. El laberinto de obstáculos es sorteable. Basta con cambiar por chinitas de colores las migajas de pan que las aves se llevan. Las chinitas gustan de control austero. Las migajas hablan de corrupciones a base de millones de tabletas de chocolate del loro.
Ojalá que la felicidad se ponga de nuestro lado. Esa felicidad colmaría nuestros deseos de salud, trabajo y amor.
Permítanme un brindis. Por Zapatero. Con todo respeto. Brindo por el peor presidente de la historia de España. Brindo por que un rayo de luz ilumine su conciencia y dimita. Brindo porque un aura angelical alumbre, si no se va, sus decisiones gubernamentales. Brindo, en cualquier caso, por que rectifique, por enésima vez, y que esta última ofrezca muestras de sabiduría, para que piense en lo mal que lo está pasando el pueblo y en el bien que haría a este pueblo si sus decisiones descansaran en convicciones y no en alucinaciones.
Despido con ustedes el año dos mil diez. Al tiempo, les deseo mi ferviente propósito de ser un poco mejor en dos mil once. A mi familia, a mis amigos, a mis conciudadanos, felicidad para el próximo año.
Mucha felicidad.
Un saludo.
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