LEY ANTI-INTERNET
Que sí, que sí. Que cualquier excusa es válida si de suprimir libertades se trata. Que la libertad florece en una autopista solitaria. Cuando los vehículos circulan por la vía, la expresión libre se convierte en un profundo vergel. Cuando decimos amar la libertad, nos referimos a la nuestra. A la de los demás, ni un centavo. Los autores. Ah, los autores. Cuánto de original no tienen sus composiciones. Qué poco de inédito cubre sus obras. Cientos de mixtificaciones inundan su texto. El demonio del plagio tienta una y otra vez sus realizaciones. Autores. Libres. Y una leche.
La ley antidescargas es una coartada maldita. Vientos de secreto soplan con vehemencia. Vendavales antilibertarios descienden por doquier. Músicos y poetas. Poestas y músicos cantan a la libertad de su dinero. Aquí no paga nadie, parodio a Darío Fo. Sí, Darío, sí. Pagan los de siempre. La economía se contrae en su reducto fortificado y, fuera del mismo, libres son los pájaros y las flores. Las personas no pueden huir de la cautividad en sus mausoleos de ciudad cerrada. O sí. A través de la realidad virtual, que nos ayuda a escapar de la prisión de cemento y de frustración.
La ministra Sinde finde. Fin de libertades. Sin defensa. Finde y sinde. Antidescargas. En arquitectura, la descarga es el aligeramiento de un cuerpo cuando se teme su derrumbamiento por un peso excesivo. En el edificio de la vida, la libertad es grávida. Mucho. Demasiado. La ley de descarga es un freno a la libertad individual. De cada individuo, en el seno de un colectivo. Es el sino de la ideología versión Engels. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. La idea es obstruir sin que se note que la sangre afecte el funcionamiento de la arteria principal. Allá donde el Estado totalitario percibe el peligro de la fuerza popular, allí el Gobierno que articula ese Estado se muestra en su máscara áurea. Esa careta no es de oro. Es de papel. De papel de estraza. Con un envoltorio de defensa de derecho de propiedad intelectual. Mentira el convoluto. Falso el nuncio.
La ley antidescargas será. No lo duden. Demasiados intereses en juego. Las presiones de Obama no se pueden resistir. Es sí o también. La figura del acólito surgió en la umbría de un poder original. Su proyección es. Está. Está y es. Donde el jefe manda, el monaguillo obedece. Siempre fue. Será siempre.
Puestos a reprimir libertades, ley anti-internet. De una vez. Total. Los sustos, cuanto antes. Liberen a los ciudadanos de su carga de libertad y de su derecho a la comunicación. De una vez y para siempre. Nada de internet. Nada de libertad. Igualdad, qué es eso. Internet, una carga. La señora Sinde, otra. Acólita ella. Sacristán, él. ¿Él? Sí, Zapatero. Zapatero. El expresidente. El de las subvenciones. Sindecoro. Se autosubvenciona.
Un saludo.
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