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Francisco Velasco. Abogado e historiador

LENGUAS Y DESLENGUADOS

Huele a mar Valencia. Por más que me acerco a la parte más moderna de la ciudad, y me gusta, el casco histórico me subyuga. Días atrás contemplaba el Turia fangoso a su paso por Teruel y hoy saludo al Turia cansado que acaricia el Mediterráneo. Del Turia aragonés al Turia valenciano transcurre espacio y tiempo. También gente. En un sitio y otro me siento en casa. Reciedumbre de Aragón. Vistosidad de Valencia. Casa. Una y distinta, varia y rica, querida y lograda.

  No es el “valenciá” el catalán, me apuntan unos amigos de Gandía a los que manifiesto la quasi identidad de la lengua. Tal vez escrita, sí. Hablada, no. La lengua es, primero, manifestación de signos orales.  Luego se trasladan al papel. El valenciano es más marítimo. El catalán, más interior. Valencia y Cataluña disfrutan de dos lenguas.  Andalucía y Aragón, de una. La riqueza de España se mide, sobre todo, por su tesoro lingüístico. El PIB es una muestra de su economía. La lengua es el estandarte de su cultura. Al cabo, me hago la siguiente reflexión: ¿por qué cuando en la Comunidad Valenciana o en Galicia o en parte de Cataluña escucho hablar en su lengua vernácula, me sonrío, satisfecho, y sin embargo en otros lugares me alarma una conversación en euskera o en catalán? La respuesta es sencilla. En unas regiones, la lengua es vehículo natural  de expresión de los pueblos. En otros, en cambio, la quieren convertir en arma de lucha y de separación. En el primer caso, uno se apasiona. En el otro, uno se apena.

  No son los pueblos, no. Los responsables y culpables de que la joya lingüística de  España pierda su brillo natural, son algunos políticos de mala calaña y peor leche cuya máxima ambición es destruir cuanto se opone al incremento de un poder democráticamente logrado pero dictatorialmente mantenido. Son los deslenguados que cuando hablan, ofenden y cuando critican, corroen. Mala gente. No son los vascos ni los gallegos ni los catalanes ni los valencianos ni los baleáricos. Son unos cuantos tiranos frustrados y reprimidos que sólo destacan nadando en la porquería. Míseros y malvados políticos. No hay que cortarles la lengua. Basta con lavársela. A fondo. Muy a fondo.

 

 Un saludo.

 

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