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Francisco Velasco. Abogado e historiador

AGUAYO

 

 Doña Carmen. Consejera de Economía de Griñán. Gran facedora de enchufes poliédricos en la Junta. Española no andaluza. Manda. Lo que manda la señora. Dice. Lo que dice, ozú, lo que dice. Que los funcionarios no tienen por qué quejarse. Simples que son. Después de ganar sus oposiciones, es que estos funcionarios se creen más que nadie. Dice la señora. Perdónala, señor, porque aunque sabe lo que dice, no le importa no decir lo que sabe. Lo que sabe. Sabe que su canonjía gobernante conlleva mentir a troche y a moche. Sabe.

 

Sabe pero no se entera. Que los andaluces, de buenos, tontos. Pero de ahí no pasamos. Al menos, una creciente mayoría ha puesto proa a la mentira procaz de su (arre)Juntá. Entre los funcionarios de a pie, la paciencia estalló en mil griñanazos. Ya está bien. Ya era hora. El alud de enchufismo de décadas se ha convertido en un tsunami. El revolcón lleva al ahogo y la asfixia preludia la muerte. Ya vale. Doña Carmen, ya vale.

 

El Decretazo del enchufe de treinta mil amigotes ha sido demasiado. Los derechos de los empleados públicos han sido mancillados por la señora Aguayo con la complicidad, pagable y bien, de los sindicatos sin clase de la clase de maniobreros de pesebre. Que paralelas, las rectas. La Administración, convergente. Enclave público al que se accede mediante principios observables. La igualdad, el mérito, la capacidad, la objetividad, la transparencia. Principios. Normas o ideas fundamentales que rigen el pensamiento y la conducta. Comportamiento administrativo del que carece el decreto Aguayo. Fraude sin escrúpulos. Norma ilegal e inconstitucional. Repugnancia. Hedor. Pantano de aguas inmundas.

 

Rebelión cívica. Militarización represora. Castro. A los funcionarios, como a los controladores. Estado de alarma y de sitio. Que son más. Y ganan muchísimo menos. Pronto, multados. Que, también, represaliados. De Sanidad y de Educación. De Agricultura y de Salud. Todos al hoyo. Los del enchufe en carnet, “padentro”. Los de cejas quemadas por el estudio, “pafuera”. Ësta es la Andalucía de Griñán que antes virreinó Chaves. La charanga y la pandereta asociadas en banda de campanilleros de Pavlov.

 

Contra ellos. Aguayo no quiere a funcionarios independientes. Los necesita serviles. Agradecidos al empleador de turno. Manejables. Acosadores en potencia. Inquisidores. A las órdenes de. Incluso si el Psoe pierde las elecciones, que se escondan en el inmenso caballo de Troya administrativo. Cuando las aguas se calmen y el sopor del sueño sea inevitable, descenderán de la panza del cuadrúpedo y prepararán el advenimiento de los suyos. He ahí la cuestión. La izquierda fascista que tenemos concentra todos sus argumentos en descalificar al pueblo.

 

El pueblo, Aguayo, es el Estado. Puede haber pueblo sin Estado. Lo que no hay es Estado sin pueblo. La invito a rectificar, señora. Subsidiariamente, solicito su dimisión. Señora. Aguayo.

 

Un saludo.

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