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Francisco Velasco. Abogado e historiador

ALARMA Y AL ALMA

La prórroga del estado de alarma es un hecho inaudito. Inaudito e inédito. Nunca, nunca, se había perpetrado una decisión parlamentaria de esta jaez. El Psoe ha convertido su minoría en el Congreso en un acto vergonzante. Ha buscado el apoyo de tres grupos proseparatistas para salirse con la suya. La suya es seguir haciendo lo que les viene en gana. La suya es la pauta del tirano. Hacer del poder un mercado de compraventa y del parlamento un lupanar en el que el voto se prostituye en virtud del precio que se pague.

 

La alarma preventiva es de una gravedad intrínseca que hunde en un lodazal el concepto de democracia. La guerra de Irak fue preventiva. Como la apadrinó Bush y la bendijo Aznar, pusieron a uno y a otro en lo alto del palo mayor de la infamia dolosa. Allí los colocaron quienes hoy han asestado una puñalada a la soberanía nacional en el corazón de la separación de poderes. Mucha alarma. Poca alma.

 

Dónde radica la causa de la alarma preventiva. Qué señal lanza el enemigo para que el ejército se disponga inmediatamente al combate contra un enemigo desarmado en su propia estupidez. Qué peligro se cierne en el horizonte de treinta días para que el aviso de alerta precise llegar a un desmán de tal calibre. Cuál es el mecanismo que toca a rebato a la población española. Qué inquietud repentina amenaza a la sociedad civil.

 

Qué está pasando. Qué muro de la vergüenza se está erigiendo. El estado de alarma inicial y, especialmente, el prorrogado, es un cerco al alma del pueblo soberano. El demos ha perdido la kratia. Al pueblo le han robado la fuerza. Mediante un inconsútil boquete constitucional. El escalo a los controladores puede ser pasado mañana un cráter por el que el volcán de la dictadura arroje a los conductores de metro, a los taxistas, a los camioneros, a los transportistas, al personal de tierra de navegación aérea.

 

Del cráter a la embocadura. Se podrá limitar el movimiento de personas. Y requisar bienes. E imponer prestaciones a los ciudadanos. Incluso intervenir en fábricas y talleres. Por supuesto, hasta racionar productos y consumos de primera necesidad. Todo eso. Medidas disparatadas propias de un estado excepcional. Ni lo fue durante el puente de la Constitución ni lo es, bajo ningún concepto, su prolongación.

 

A ver si le va a ocurrir al Gobierno que sea aplicable al conflicto laboral de los controladores la reciente sentencia del Tribunal Supremo. Que ha dicho el máximo órgano jurisdiccional, respecto a la empresa municipal de transportes de Sevilla, que la huelga protagonizada por sus empleados ni fue ilegal ni fue encubierta ni una alteración colectiva del régimen de trabajo ni se produjo un abandono de los puestos. Por qué. Porque se ha podido probar que existía causa justificada. Causa justificada. Como lo puede ser el síndrome de angustia histérica colectiva. Angustia provocada por un empleador que hostiga, por una empresa gubernamental que bravuconea y por unos ejecutivos públicos que comprometen. La histeria puede ser la consecuencia irreversible de una situación de acoso. Llámenle mobbing. Como quieran denominarlo.

 

No se puede estar tranquilo. El alma da al ser humano aliento y espíritu. El alma de un Estado es el amor a la patria. Si la patria y la nación son discutidos por el Ejecutivo, el gobernante no tiene alma. Le falta alma. Le sobra alarma. Para los desalmados, pitos y bronca. Bronca repetida.

 

Un saludo.

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