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Francisco Velasco. Abogado e historiador

JÚBILO

 

 Valeriano es ministro de Trabajo del último gobierno del señor Zapatero. No se le cayó la cara de vergüenza cuando el 29-S se sumó a la huelga general contra la reforma y, al poquito, aceptó el nombramiento de defensor máximo de la reforma. Si al menos fuera la zorra cuidando el gallinero. Pero no. Valeriano fue la zorra ayer y el gallo del gallinero hoy. Aquí el que no corre, vuela. Mi temor es que el hombre se fracture el brazo con uno de estos bruscos cambios de chaqueta. A ver luego cómo firma las sentencias que condenan a los pensionistas. Trauma, digo.

 

Sabe el nuevo ministro que noventa y cuatro de cada cien españoles están en contra de ampliar hasta los 67 años la edad de jubilación. Y qué. Le importa a Valeriano una higa el parecer de sus súbditos. El padecer, cero. A él, con que le voten los de siempre, más chulo que un ocho.

 

Si la amiga Merkel nos invita a apretarnos el refajo, los pensionistas tendrán que renunciar a parte de la paguita con la que pensaban sobrevivir después de decenas de año de duro trabajo. Vivir para ver. En el mundo mágico de la señorita Pesois, qué es un jubilado. Nada. Un paria que ya no rinde. Un desahuciado sin ilusiones. Un estorbo. Toda la vida en el curro para que te ahoguen en lodazal ajeno. El Estado Leviatán se reedita y devora a sus hijos. Después, caerá la generación siguiente. Insaciable y voraz el Ogro.

 

A juntar unas perras más. El trasfondo de la cuestión es privarse de unos chatos y de unas cañas y meter un par de euritos diarios en la hucha de las aseguradoras. Total. Quien manda, manda. Polifemo sólo ve por el ojo de la codicia y Valeriano mira según qué espectáculo guste al César. Las pensiones son tan bajas que, si no te arrimas al economato, la vejez que nos viene te fundirá en el “mato”. Mato porque muero y muero porque no mato. No mato. Eco. Voces y ecos. Silencio.

 

Años de penuria. Escasez. El pueblo no está sojuzgado por las armas. Está preso de sus errores provocados por el engaño. Pierde dinero. Júbilo en rebeldía. Años finales de una vida que muere entre inseguridades. No hay un alma caritativa que le inyecte alegría. O esperanza de recuperar lo poco que tenían. O fe en un futuro más halagüeño. El júbilo se fue a Sevilla y el temor ocupó su silla.

 

Cosas de la vida. Dios. Dónde está la justicia de la tierra. Dónde. Tantos años en el tajo. Tajo al cuello. Pena. Se nos fue el júbilo.

 

Un saludo.

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