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Francisco Velasco. Abogado e historiador

TRANSPARENCIA

La actividad del poder público exige transparencia. Es un requisito de control y el control es un requisito de democracia. Transparencia es, cuanto menos, accesibilidad. Transparencia es claridad, evidencia.

 

La Administración Pública debe seguir el mandato constitucional recogido en el artículo 103: “someterse plenamente a la ley y al derecho, servir con objetividad los intereses generales”. Y a este fin, deberá enfocarse hacia el logro de los grandes principios del ordenamiento jurídico: la libertad, la igualdad, el pluralismo, la equidad y la búsqueda del bienestar colectivo. Si se salta a la torera el Ordenamiento jurídico, incurre en la prevaricación o en la desviación de poder, toda vez que si no motiva sus actos y, lo que es más reprochable, si tapa sus vergüenzas, satisfará intereses espurios propios y privados. La transparencia pasa por la motivación. Motivación libre de rutina y de tópicos recurrentes y cansinos.

 

La carga de la prueba está en el poder público. La crisis de desconfianza sobre la deuda pública obliga a reiterar la exigencia de luz. Los llamados tests de estrés no parecen ser prueba fiable. Más que lupa, es preciso analizarlo con microscopio. Si no, cómo se explica que la banca irlandesa superara, poco ha, la nota de suficiencia. Ocultación. He ahí la causa del desajuste.

 

Zapatero anuncia a bombo y platillo que el rescate financiero de España no cabe en cabeza humana. Descarta cualquier posibilidad en ese sentido. Defiende su mensaje con el mismo énfasis que rechazó la existencia de crisis. Asegura la fortaleza de nuestro sistema económico con la intensidad que Salgado nos mostraba sus alucinógenos brotes verdes. Nunca expusieron las razones que amparaban la defensa de estas tesis. Nunca. Nos quedamos tan tranquilos. O tan cabreados. O tan rebosantes de justa indignación. Nunca motivó su discurso inconsecuente. La inconsecuencia carece de fundamento lógico. Ni hay ciencia ni se realiza la mínima evaluación. Esto es lo que hay. Lo tomas o lo dejas. Y así nos va.

 

Almunia, que no es sospechoso de ser del PP, y cuya integración en el Psoe nadie discute, pone en duda el optimimo mentiroso de Zapatero. Lejos de arredrarse ante el ataque de su conmilitón, el Presidente le conmina a aclarar el por qué duda. No lo tacha de antipatriota como al líder de la Oposición. Se limita a exigirle una explicación convincente. A todos impele para su propia conveniencia. A todos. Excepto a él mismo. El líder es objeto de culto. El endiosamiento del gran jefe requiere obediencia ciega. Dogma de fe. Se le cree y basta.

 

La antítesis de la democracia, de la ley y del derecho. Un pueblo que retorna al arcano de la secta sustituye sus referentes morales por el tótem de la férrea disciplina externa. Se acabó.

 

Como se acabó, apuesto por lo que nos va a caer encima. La Bolsa seguirá bajando. El paro continuará cotizando, desgraciadamente, al alza. La crisis se nos hará familiar y aprenderemos a vivir con sus miserias. España deberá ser rescatada. El rescate será tan descomunal, que el euro se irá a tomar vientos alemanes. Mientras tanto, el niño de León seguirá cantando su estribillo pornográfico: no hay rescate.

 

Socorro. Una camisa de fuerza. Ya.

 

Un saludo.

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