JETAS
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Se nos va la olla. De cuando en cuando, el australopiteco emocional que llevamos dentro hace su aparición y quítese usted de la calzada. Te embiste. Con lo primero que encuentra, te abre en canal. Con suerte, te dice jeta. Por el solo hecho de existir. Sin que medie relación personal entre los sujetos y el punto de discordia.
Javier Clemente es un tipo formidable. Un hombre de fútbol que gusta a unos y a otros no complace. Anda, como todo quisque. Ya, pero Clemente es un papa palmatroyano. Su congregación es el yo y el ego es su iglesia. Se mueve en un mundo multitudinario en el que prima la controversia infantilista. Cómo si no puede entenderse que un periodista le ponga la alcachofa en la nariz y él le pegue un bocado en la nuez. En la prensa deportiva, como en las revistas rosas, cuanto más morbo, más venta. Se vive de lo escatológico porque el amor o el juego son noticias de venta efímera. Clemente siempre huyó de los correveidiles ariscos y se rodeó de los aduladores más babosos. La edad no perdona, dicen. Por el contrario, la edad nos hace madurar. Lo que pasa es que a algunos la manta de los años se les confecciona con tela de costalero y el paño pesa, sobre todo cuando se moja.
Rouco es un jeta, Palabra de don Javier. Y por qué, se pregunta cualquiera. El Primado de la Iglesia de España qué tiene que ver con el mundo del balompié. Pues nada. Pasaba el cardenal por la Castellana y recibió un balonazo de San Mamés. Claro que don Clemente si no habla no mea. La próstata nos condiciona a partir de cierta edad. De ahí la necesidad de miccionar palabras. El silencio duele. Rouco es un jeta porque la Conferencia Episcopal es propietaria de la cadena de ondas populares españolas, léase COPE. La emisora radiofónica se ha gastado una pasta en contratar a un periodista que ha tenido la osadía de llamar al exseleccionador nacional entrenador caduco y trasnochado. Insultos como ese no se pueden tolerar. Y como son inadmisibles, el bilbaino no ha contenido su lengua que se afila tras el micrófono y ha devuelto al reportero la ofensa. De sinvergüenza, lo ha tachado.
Y de jeta a Monseñor Rouco. Pero hombre, Clemente, no se meta en estos lodos paleolíticos. Parece usted más de puertohurraco que de Baracaldo. Imagínenese que culpan a Sabino Arana de sus excesos. Qué culpa tendrá el peneuvista de los lances de la pelotita. Afíliese al PNV o declárese católico practicante. Pero ni el partido ni la iglesia son partícipes de sus frustraciones.
Si continúa en la línea ascendente de la descalificación, no se corte. Arremeta contra Su Santidad por no excomulgar al jeta de Rouco. Desde luego, hay gente que no sabe perder. Y cuando ganan, qué. Pocas veces ganan los que no mastican el sabor de la derrota.
Sus palabras, don Javier, indican un estado de ánimo preocupante. Hágaselo ver. Sobre todo si quiere transmitir a los jugadores del Sporting una sensación de felicidad y un subidón de autoestima.
Un saludo.
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