VALERIANO, TILA
Es descomunal. El rostro pétreo del ugetista Valeriano Gómez rompía lo que se pusiese por medio si atañía a la defensa de la reforma laboral. Él mismo formó parte del cortejo del día del orgullo guay del Paraguay contra el amigo Zapatero. Las imágenes lo presentan ligeramente encorvado y con huidiza sonrisa. Qué vergüenza, parecía pensar, que nosotros, la élite sindicalista, estemos en la calle como simples obreros o malhadados funcionarios. Pero qué vamos a hacer, se autoconsolaba el señor de la PSV, ¿la recuerdan?, me ha tocado el papelón de figurante.
De manifestarse contra la reforma laboral a defender la misma, ni un cuarto de hora. Justo el tiempo que tarda un “sin principios” en dar la vuelta a su chaqueta. Le importaba antes una higa el paro imponente y, ahora, una hogaza de pan duro el desempleo irreversible. Forma parte Valeriano de la corte bufonesca y eunuca de los que pasan del canto gregoriano a la ópera más pagana. El caso es mantenerse arriba, de forma discreta cuando proceda y dando la cara una vez tenga la seguridad de que no se la van a romper. Así son esta gente de izquierda de cartón de huevos.
Ministro de Trabajo. Lo mismo que poner a una zorra al cuidado del gallinero. Hombre cuota de una UGT que se debate en la miseria moral y cuota humana de un PSOE que no sabe dónde disparar para salir del atolladero de su propia impudicia. Valeriano nos regala tila. Para que nos tranquilicemos. Dice el señor que ni siquiera mira las cifras del paro. Qué va a mirar él si lo que realmente le preocupa es que la secta sindical siga viviendo del cuento de la subvención y de la mamandurria de cinco tenedores. Marisquitos por aquí, tucutú a la foie por allá, todo regado con un Rioja centenario y, para brindis imperial, donperignon del reserva. Luego, un poco de poleo, para él, no sea que la comida siente mal a su delicado estómago. Eso es lo que pasa con tanto agradecimiento. Que la panza se resiente. Dura vida la de estos monjes austeros de la política. Cuanto más a la izquierda, más despilfarro. Es un axioma. Qué digo: un dogma. Toda una proposición innegable e incuestionable. Pura ciencia. Fe de carbonero empresarial.
Felipe González le nombró administrador único de la Promoción Social de Viviendas, aquella fiesta descorchadora de ladrillos que se celebró en UGT con fondos privados y públicos. Un escándalo de época, vaya, que en aquellos años de postfelipismo llenó de inmundicia a la familia ugetista-psoecialista. Veinte mil familias padecieron el agujero de las viviendas promovidas por la UGT. Cuatro años después, con unas quitas al natural, unas entregas mirando al tendido y unas retiradas de espaldas al toro, don Valeriano, el niño de la tila, estoqueó al morlaco. Muerto. Con el aplauso de los responsables y el recuerdo de los afectados a la oreja. A la oreja del presidente de la plaza.
Si es que no puede ser de otra manera. El dinero público no es de nadie, que comentaba, feliz, Magdalena Álvarez, la del gratis total y la ministra de la T-4, qué grande la tecuatro, verdad, doña Maleni, qué grande. Y como no es de nadie, para el PSOE y las franquicias afines. Así pueden. Ahora, eso sí, con Valeriano de sustituto de Corbacho y con Rubalcaba de relevo de Zapatero, el soufflé está que se sale. Cuando se le hinque el diente, verán que dentro existe el vacío más estremecedor.
Nos queda la tila. A los ciudadanos, la tila. A Valeriano y marisqueros de yantar, el poleo menta. Estos chicos es que son así de sencillos. Los parados, a la cola del INEM. Qué cola. Me estoy pensando que, mejor que tila, valeriana, que queda más fino. Como el señor Gómez. Qué arte. Ayer, manifestante. Hoy, manifestado. Vivir para no sufrir de los nervios. De valeriana, dos tazas. O más.
Un saludo.
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