MALA UVA
Antipatriotas. Así descalificaba Zapatero, el narciso presidente pequeño, a quienes disentían de su versión sobre la economía española. Nos ofendía a diestro y a siniestro, sin distinción de edad, sexo o argumentos. Por el mero hecho de discrepar. Como los fascistas más totalitarios. Como Chávez.
Acaudilla Zapatero la España cañí que se viste de amor patrio a medida que rae las costuras autonómicas. Cataluña se rige por un Estatut separatista y Zapatero, que muy bien. ETA se envuelve en el paño mojado de la negociación y se alaba cínicamente la técnica de la ventana abierta cuando la puerta se cierra. Por medio, miles de víctimas. Ira.
John Steinbeck escribió en “Las uvas de la ira”, la crónica de la eterna lucha de los pobres contra los abusos de los poderosos. Crueldad frente a desamparo. Los pobres padecieron en sus carnes la dureza del rebrote financiero que se apoyaba en una economía que miraba a la Europa bélica. Expulsados de sus propiedades por no pagar las hipotecas. Abuelos, niños y mujeres, los más desvalidos de la caravana que huye del hambre para caer por el despeñadero de la muerte. No hay trabajo. Uva.
Aquellos inmigrantes en su propia patria recorrieron el mismo camino de desprecio de los inmigrantes de territorios extraños. Sentirse extranjero en el propio país resulta más lacerante que verse distinto en el marco de otras fronteras. La vida pide paso a menor ritmo que la supervivencia. Agitar o morir. Solidaridad de lo oprimidos u opresión de los insolidarios. Ira.
Más de cincuenta mil parados de Huelva llenan de oprobio a Griñán, a Petronila y al Delegado Provincial de Desempleo. Umbral de pobreza. Jubilados amargados en la feliz hora de su retiro laboral. La sociedad se polariza en colores rabiosamente clasistas. Ira.
No se vislumbra un cambio de rumbo.¿Y los líderes? Los socialistas pacen entre las hierbas del poder. Los sindicales se mecen entre las cunas del Gobierno. ¿Y la solidaridad? Palabra. ¿Y la igualdad? Mito. ¿Y la libertad? No, sin la anterior. ¿Entonces? Rebelión. Pacífica pero contundente. ¿Es posible? Lo es. La patria comienza en el territorio soberano del cuerpo de cada persona. Uva.
El vino no es el remedio. Ni la droga. Ni el engaño de los medios. La solución es nuestro patriotismo corpóreo. No hay más. Nos queda el voto. Sin denuesto. Sí, mala uva. Muy mala.
Un saludo.
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