RUBORCABA EN SUBJUNTIVO
Zapatero no ha perpetrado esta reforma laboral. Se la han impuesto los alemanes. Zapatero no modificó su Gobierno. Se lo ha cambiado el felipismo. La primera medida, extranjera. La segunda, extraña. País intervenido. Presidente desterrado. Ante el vacío de futuro, el intento de hacer creíble el presente. Presente de subjuntivo. Que se pueda. Que se quiera. Que se sepa. Carácter de posible, de hipotético. Modo de lo virtual. No actualiza la significación del verbo, pues arrostra incertidumbre, subjetividad o posibilidad. Ganas de engañar. De prolongar la agonía. De forzar la suerte. De llamar a la desgracia. De propagar los errores del adversario. El comando Ruborcaba ya la emprendió con el alcalde de Valladolid. Han dado a la zafiedad de un momento la categoría de una vida. Sin rubor. Sin sonrojo. Sin vergüenza.
La crisis económica es la voz de la conciencia de tanto subjuntivo. Llamar a Rubalcaba es invocar el subjuntivo. Como en la güija. De la angustia del desastre a la esperanza del éxito sin que a la cara del PSOE le suba el rubor de la mentira más espantosa. Rubalcaba es Ruborcaba, pero sin rojeces ni escrúpulos. La pobreza amenaza al país que estos gobernantes de la mala uva dirigen al precipicio. Economatos de pobres llegarán a competir con supermercados baratos. El consumo se mantiene gracias a la respiración asistida que proporcionan las familias. Ahorro y repliegue.
Se reducen las bodas. Desciende la venta de coches. La banca no concede créditos para casas. Los viajes se limitan. Los estudios en el extranjero, tarea de gigantes. Es mucho el peso del no trabajo. La influencia del paro es muy contagiosa. No existe vacuna para esta gripe negra. Ni siquiera se la espera. Ni se investiga. Los laboratorios de creación de empleo están en poder del partido/secta. En ellos no hay científicos. Sólo militantes comisariados y comisarios militantes. Calientan el sillón a cambio de retribuciones magnánimas que les pagamos los ciudadanos. No. Nada que hacer. Del Huerto de los Olivos al Gólgota pasando por Zapatero. Zapatero no es Pilatos. Él no se lava las manos. Las tiene manchadas de rojo de vergüenza. La vergüenza que produce el dolor ajeno. Cabezas sangrantes. Las espinas se hunden en las testas coronadas. Dolor físico y dolor psicológico. La autoestima rueda por el suelo a la par que la moral se despeña.
El Gobierno está sembrando espinas. Y vientos. No cosechará flores. Sí atraerá las tempestades. Es cuestión de tiempo. La nobleza del pueblo es fruto de su continuado sufrimiento. Antes, como súbditos. Ahora, como ciudadanos. ¿Ciudadanos? Me temo que esta época es de regresión, de involución revolucionaria. Aquí sí encontramos el "leif motiv" para la memoria histórica.
La economía real nos habla de paro, de subida de impuestos y de descenso de ventas. Ajuste de cinturón. La Bolsa sube hoy. Mañana, más. Pasado, se come los beneficios de un mes. Compro para vender. Peligro. El batacazo de los grandes de la banca no fue un accidente. Se sabía pero no se quiso admitir. Demasiado dinero y todo el crédito en juego. Es tiempo de reflexión. De cordura.
Manirroto y desordenado, el Gobierno. El último de la fila. No remonta. No puede. Su pájara no es pasajera. Es de incapacidad. Es de vergüenza. Es de inoperancia. Mas carece de sentido del ridículo. O nos apretamos el cinturón o veremos las cenizas del cementerio de elefantes. Con ellos nos reuniremos. Son necesarias medidas, ya, que permitan vislumbrar un cambio de rumbo. Con Zapatero, imposible. Con Ruborcaba, seguro. Seguro que miente. Seguro que muchos se dejan engañar. Otra vez. Y mil veces mil.
Contra Ruborcaba, vergüenza. Al ministro no se le caerá la cara. A los que le voten, se autoabofetearán. Por crédulos. Por ingenuos. Lo malo es que la torta repercutirá en los que votaron a otra fuerza. Lo malo es que habrá tortazos para todos. El comando Ruborcaba tiene pastel para todos.
Un saludo.
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