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Francisco Velasco. Abogado e historiador

DIADA

 

Once de septiembre de dos mil diez. Diada. Cataluña, España. Cataluña, España, quiere separarse de España. Cataluña, Cataluña. El pulso de la región contra el estado. Pulsión separadora. Mientras el Partido de los socialistas de Cataluña, sucursal con capacidad jurídica del PSOE en aquel territorio, ha estado al frente de la Generalitat, el techo secesionista ha subido metros. No tantos como las torres de la Sagrada Familia pero sí tan llamativos como la decoración del Parque Güell.

 

Las cañas se tornan lanzas para Montilla. Arropado en el indefendible Estatut, quiso ser Tarradellas y Companys al mismo tiempo. El hombre no sabe historia pero es todo un experto en maquinaria propagandística. A diferencia del lenguaje catalanista de Aznar en la intimidad, el andaluz de Iznájar es todo un modelo de la docimología como ciencia de aprendizaje efímero, coyuntural y epidérmico. José Montilla habla catalán en público. Ha aprendido algunas reglas básicas, recita de memoria ciertas expresiones insustanciales, acompaña la fragilidad de su discurso vacío con el tono forzado de la fonética más propia de la Gerona profunda y, con esta carga cognoscitiva, aspira a convertirse en nativo, abortando gestos y pálpitos de su Andalucía natal sin reparar en gastos. Gestos y gastos. Gastos y gestos. Lo que cuesta a los españoles los gestos del gastoso Montilla.

 

Dispara con pólvora del rey. El rey es, en democracia, el pueblo. El pueblo paga al todavía president sus veleidades políticas y sus sueños imposibles. Diada. Fiesta catalana por excelencia. El poder se aleja de sus manos y amenaza con volver a Convergencia. Artur Mas, el burgués de derecha, retoma el mando tras el paréntesis cuatrienal del burgués de falsa izquierda psoecialista. El globo del soberanismo se ha adornado tanto que ahora resta inflarlo. Derecho a decidir, soplan con ahínco los catalanistas de la pela. Pena. El globo está pinchado y el poco aire que se le insufla sale por los orificios advertidos. Más ornato gaudiano pero el volumen es el mismo.

 

Los decretos de Nueva Planta sirven de pira. Los incendiarios tienen la misma catadura moral que el pastor norteamericano que amenazaba con prender fuego a los libros sagrados del islam. Panda de ignorantes. Si los catalanes no saben qué son/fueron estos decretos, leña al mono a la figura del Borbón. Se quema la efigie del rey de España. Juan Carlos I, descendiente de Felipe V, sufre las iras de los fundamentalistas destructores. A ellos sí cabe aplicar las declaraciones del Primer Borbón y de su esposa María Luisa de Saboya: “los catalanes son forajidos y pillastres”. No cabe duda que se referían a gente de esta ralea. Decían defender las libertades. Mentira. Sólo amparaban sus intereses particulares. Apostaron por el caballo perdedor, el archiduque, y arruinaron a todo un pueblo. Al contrario que los vascos, aquellos catalanes malgastaron el crédito de sus conciudadanos.

 

Pretender que el archiduque sería el protector de la libertad es lo mismo que creer que Zapatero es el gran forjador de una España plural y diversa pero fuertemente unida. Delirios. Cierto que muchos de los mártires de aquella guerra dieciochesca actuaron con la mayor buena fe. Igual de verdad que muchos de aquellos catalanes que perecieron en la fratricida contienda estaban convencidos de que su lucha no era la de los patriotas catalanes, sino la de todos los patriotas españoles. “Combatimos por toda la nación española”, afirmó el general Jefe de Cataluña.

 

Los catalanes de hoy y de ayer arriman el ascua a su sardina famélica: la Diada es la celebración de la nación catalana que pudo ser y que destripó el ansia incontrolable de la dictadura de España. Una mentira más que se suma a las Etimologías de la Arana institucional que han venido redactando algunos desde tiempos inmemoriales. Con tal de ser más, no se oponen a Castilla. Ni a Madrid. Los malos perdedores arremeten contra el todo. Diada es a Cataluña como el 28-F a Andalucía: fiesta de la comunidad. El 12 de octubre sigue siendo fiesta de la españolidad. Dos por el precio de una.

 

Larga trayectoria por el desierto, Montilla. Por más que la andadura te pille bien pertrechado. Diada, sí. Día nacional, también. Lo dicho: dos festividades para quienes son catalanes y españoles. A mucha honra.

 

Un saludo.

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