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Francisco Velasco. Abogado e historiador

LAS DOS ORILLAS

 

No fue casualidad lo de Anguita. El éxito electoral de Izquierda Unida coincidió con el tiempo en que asumió la portavocía de su grupo parlamentario en el Congreso. Su triunfo no se debió sólo a su teoría de equidistancia de PSOE y PP o a su pertinaz defensa del programa. Otra razón explica el por qué Anguita logró un techo electoral hoy imposible de reeditar.


La otra razón es su imagen. La imagen visual y auditiva de Anguita nos devolvía el interior de una persona capaz, brillante, honrada y buena. Cualidades difíciles de ensamblar en un político. Anguita poseyó el aura de los elegidos. Su Izquierda Unida nos ofrecía un óculo gótico -como su rala barba ojival- que permitía pensar que la honradez es una virtud de la clase política. Escasa, pero cierta. Su teoría de las dos orillas fue posible en una personalidad noble como la suya.


Hoy el panorama se vuelve desalentador. La gestión de Llamazares ha tocado fondo. Cayo Lara parece seguir la línea de su predecesor. En Andalucía, Valderas sigue al pie del escaño pero a merced del Gobierno socialista. La diferencia entre programa y pacto es que mientras el primero obliga a patear la calle, el segundo se conforma como un pateo a la calle. Del esfuerzo diario de los obreros a la cómoda berlina prestada por el socio mayoritario del contrato de adhesión. Zapatero establece las cláusulas, por más que abusivas, y Llamazares se arrima a ellas como náufrago de una nave que zozobra.



En Huelva, Pedro Jiménez, me parece un político formidable. Carece de la imagen de Anguita, pero sostiene su sentido del laboreo machacón y su probidad. Sin embargo, por mucho que sea apreciado extramuros su partido, el horizonte apenas se amplía. El Pacto se erige como imponente muro de contención. No se puede crecer en estas condiciones. La sociedad necesita un partido político que, como IU, sin renunciar a sus postulados ideológicos, los adapte al mundo del siglo veintiuno y, sobre todo, se presente como un rosetón de vidrieras abiertas por donde la luz de la calle penetre e irradie en el interior. Irradie de fuera adentro. Para esta labor, Pedro Jiménez cuenta con un valor añadido: es un excelente dominador de la pedagogía de la comunicación. Destila decencia. Parece que juega limpio. Atención al onubense. Cuánto cuesta dinamitar las dos orillas.

 

Un saludo.

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