CHANTAJE VASQUISTA
Mi intención primera fue la de titular “chantajismo” el presente artículo. La censura explícita de la Real Academia de la Lengua me lo ha impedido. Si quien escribe en medios de difusión, tiene como norma el saltarse la ortodoxia lingüística que preconiza la más importante institución de España, aviados van los lectores. De ahí que, en vez de chantajismo, palabro no reconocido por el Diccionario, les muestre cabecera distinta y más específica.
Editorialistas, columnistas, redactores y toda la tropa especializada que forma e informa a través de los medios de comunicación, han venido en llamar chantaje a la presión que aplica el PNV al PSOE si quiere su voto para aprobar los Presupuestos Generales del Estado. Antes de entrar en materia, dos pinceladas aclaratorias. La primera, que los actuales presupuestos son falsos en tanto no se cumplen y no se cumplen en tanto son falaces. La segunda, cómo es posible que el PNV se convierta en interlocutor del Gobierno en este tema a costa de sacrificar y humillar a Patxi López, lehendakari legítimo de aquella comunidad española. Dos pinceladas. Una respuesta. Al PSOE importa un comino caduco España, su gente, su militancia y la madre que parió a la democracia. El PSOE sólo tiene interés en el poder. Su ambición es tan desmedida que por mucho que la mona se vista de seda, mona se queda.
Chantaje. Miren ustedes. No estoy de acuerdo con mis ilustres opinantes sobre este tema. En absoluto. El chantaje, entendido como presión o amenaza, precisa dos partes y requiere un escenario presuntamente delictivo. En política puede haber muchos delincuentes, como en otras actividades de la sociedad, pero el término halla su definición legal en el código penal y se tipifica como delito. Así que, para empezar, estoy en desacuerdo con la idea de que el PNV incurra en un comportamiento ilícito. Otra cosa es que presione al Gobierno de Zapatero. Que lo hace. Distinto es que persiga obtener réditos económicos, políticos y electorales. Que por supuesto. En este sentido, que su objetivo le lleve a explorar los más recónditos rincones de la enfermedad psoecialista y, a partir de estas debilidades, aprovechar los espacios abiertos, el “colaero”, que Zapatero deja inermes en su obsesión por mantenerse en la presidencia de España. Eso es otro sentido.
Chantaje, no. Ni extorsión. Tratante político sí lo es el PNV. Como lo es el rubalcabismo del PSOE que trenza una tela de araña entre quienes se atreven a acercarse demasiado hasta dejarlos prendidos en la red. En el mundo de los tratantes, desde los caballos y burros hasta los de coches y motos, la negociación es todo un arte. Quien vence no es siempre el que vende, sino el que compra. Zapatero vende restos de España, parcelas de soberanía nacional, dinero del contribuyente. Urkullu no paga en metálico. Remunera en falsa doma de etarras ya arrepentidos, en espera silenciosa de las elecciones autonómicas, y, sobre todo, en votos. Los sufragios que necesita el gobernante ramplón para que se aprueben unos presupuestos, tan falsos como los del año pasado, que tampoco se van a cumplir y que, de entrada, son manifiestamente inexactos.
Yo doy esto a cambio de que tú me facilites aquello. Dónde está el chantaje. En todo caso, se podrá hablar de incompetencia, de desvergüenza política, de impúdico relativismo moral. De chantaje, no. Uno defiende un patrimonio regional y el otro despieza el patrimonio nacional. Tal para cual. Si hablamos de chantaje, ambos serían extorsionistas de primera división. En realidad, son tratantes de territorios y de vidas humanas a los que la democracia les viene muy grande. Y, sobre todo, muy incómoda. Ellos se mueven mejor en su medio natural: la dictadura, la ley de la selva. Depredadores. Eso es lo que son. Salvajes sin remisión. Lobos con piel de cordero.
Un saludo.
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