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Francisco Velasco. Abogado e historiador

PSOENCHUFAR

Colocar en un cargo o destino a alguien que no tiene méritos para ello, por amistad o por influencia política. He ahí el significado, coloquial y despectivo, del verbo enchufar. ¿Y psoenchufar? Sencilla licencia literaria. La identificación entre sujeto y predicado puede pecar de imprecisa pero no, por ello, deja de ser radiografiable.


En este sentido, el PSOE andaluz ha construido toda una catedral de clientelismo. La colocación de nepotes en todas las esferas de la Administración Pública se convirtió en objetivo esencial para solidificar el río de infiltrados por y entre los distintos organismos de la Junta. Actuaban con vocación de futuro y la contumacia presidía el quehacer funcional de los agraciados. No caben coyunturas, salvo algunas improvisaciones derivadas de actos sobrevenidos. Por ejemplo, el famoso caso Ollero o el más cercano asunto Parralo. Cuando movimientos aislados de esta índole agreden el cortejo majestuoso y justinianeo del protocolo psoecialista, el enjambre se mueve ágil y raudo en defensa de la reina de la secta.


El enchufismo no es un acto aislado, excepcional. Muy al contrario. El actual Director General de Recursos Humanos de la Consejería de Educación es un nefando paradigma. El otrora Delegado en Huelva gestó el escandaloso enchufe de la hija de la candidata del PSOE a la alcaldía de Huelva.


La democracia halla en la igualdad el derecho que adjetiva a las libertades. La igualdad otorga consistencia a la democracia porque entroniza el respeto y deja en un segundo estrato a la tolerancia. Así, el rico respeta al pobre, el empresario al obrero, el autóctono al inmigrante, el gobernante al administrado o el hetero al homosexual. Y viceversa. Igualdad y respeto se convierten en valores indiscutibles de un pueblo que se proclama soberano y que repudia la condición de súbditos.


El enchufismo es la vulneración más sangrienta y escandalosa del derecho a la igualdad y, por tanto, la ofensa más cruel al respeto que se preconiza. Si la democracia no acude a sus armas legales y jurídicas para anatematizar a los golfos que la mancillan, la dictadura se hace dueña.


¿Y la fiscalía? Rumores, ¿Y los jueces? Parole. ¿Y el Parlamento? Lamento. ¿Y la prensa? Presa. ¿Ninguna es libre? Alguna queda. Se la juega. Que pregunten en esta casa el precio de su independencia. Pregunten.

 

Un saludo.

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