ALTERCAR
A veces, uno siente la necesidad de callar. No de silenciar, no. De callar. De no hablar. De abstenerse de manifestar lo que siente o lo que sabe. A veces. El compromiso para con uno mismo y para con los lectores impele a mantener la línea de la comunicación. La voluntad de alterar la conducta habitual arrastra un cambio de esencia. Al menos, una modificación de la forma. El “a veces” constituye un alto que perturba, una muesca que enoja o un atajo que descompone.
Alterar no es altercar. No lo es. Sin embargo, el “alter”, el otro, forma parte de su lexema. El alterar lleva al trastorno y el altercar a la porfía. No se trata de inquietar a nadie ni de disputar con nadie. El objetivo es hablar, sin caer en la tentación momentánea de una mudez impuesta por el propio cansancio o por la ajena presión.
Altercar es el verbo que Zapatero conjuga en primera persona o conjugan otros en su nombre. Disputar y porfiar. Alterar sin que parezca que el altercado nace en el líder. El otro es el que altera y el que alterca. Aunque los otros sean legión y los que circulan en la dirección incorrecta sean ellos. Que parezca.
La nueva bomba fétida la ha tirado el gran Pepiño Blanco. Hay que subir los impuestos, le ha dicho el jefe que propague “urbi et orbi”. Toca los güitos un poco más a los españoles. Total. Como el otoño transporta leña al mono del paro y la máquina quema los restos del barco económico, un lance más no importa. A los “alteres”, que perdidos, al río. Tres por el precio de una. Si me quieren intimidar con el órdago de una huelguecita, yo embrido a la caballería con una riada de impuestos. A más lamentos, más tributos. A más pulsos, más vacile.
Hay que ganar tiempo al tiempo. En esta legislatura, hemos arañado veinticuatro meses a dos años. En el ecuador. Sin más armas que la mentira y más recursos que el embaucamiento, a la Moncloa siguen amarrados. Quedan dos años de lucha por arracimar dinero, poder e influencia. Dinero que hurtan a los contribuyentes. Poder que el comportamiento indigno deslegitima. Influencia que, lejos de nacer de la autoridad moral, se trafica con intereses narcóticos.
Zapatero altera y alterca. Blanco es el almuédano de la malignidad del leonés. Los otros. Ya lo relataba Amenábar. Problema de fotofobia o de porfiria. El Gobierno huye de la luz y de la transparencia. Su vida política se estructura evitando cualquier exposición a la luz del sol. La sombra del viento, escribió Ruiz Zafón. Hans Christian Andersen decía: “el sol también la debilitaba (a la sombra). No comenzaban a vivir hasta la noche, cuando el sol se había puesto”.
Como las mafias. O las sectas. O los vampiros. Todos chupan nuestra sangre. El Gobierno altera. El Gobierno alterca. El Gobierno es el PSOE. El PSOE tiene el Gobierno. Drácula circunflejo.
Un saludo.
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