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Francisco Velasco. Abogado e historiador

LA QUIEBRA

Me encanta el español de América. Agrega a la propiedad de la lengua materna el colorido expresivo de aquellas tierras. En España, podemos denominar quebrado al negocio que se halla en la ruina y al individuo de enorme suerte. Sin embargo, los salvadoreños utilizan el especificativo para designar al que ha perdido la vida. Los costarricenses, al triturado, al molido. Y los venezolanos, al réprobo que no ha superado un examen. En este abanico semántico, la conclusión final es que la quiebra es el fruto de un proceso censurable por maldad o por inoperancia o por pereza.


España está prácticamente en quiebra. En quiebra. Sin paliativos. En la ruina. En generalizada, permanente e insalvable situación de insolvencia, a no ser que, vía sumaria, se tomen medidas drásticas para evitarla. En bancarrota. El fallido es Zapatero. La administración socialista ha sido inhabilitada para gobernar la nave económica del país. Sigue haciendo como si. De otra manera, la UE hubiera lesionado la soberanía del Estado. Pero el equipo de gerencia es una simple marioneta. Los jefes de la eurozona han dejado como síndico al fallido. Por pudor pero sin recato.


El gesto puede salir caro. Dejar al pirómano como jefe de bomberos es una temeridad. Se le concede un plus de confianza pero, a poco que nos descuidemos, el foco del incendio surgirá en cualquier sitio. En el Imperio romano de Oriente, los bizantinos emplearon un arma naval entonces mortífera. Era el fuego griego. Chorros de fluido ardiente que causaba estragos en las naves enemigas y que disuadía a los asaltantes de sus propósitos de conquista. Era un arma poderosa que unía a su composición secreta un componente de miedo supersticioso, acaso producto de prácticas brujiles. El síndico fallido o el fallido síndico de España utiliza una especie de fuego griego. Con distintos elementos pero con similar eficacia.


Carme Chacón gasta millones de euros en adquirir y remodelar un edificio de oficinas. Chaves y Griñán derrochan millones en restaurar el Palacio de San Telmo y en subvencionar la enseñanza del árabe en Andalucía. Los sindicatos son regalados con millones para (de)formación continua y para (in)acción sindical. A la troupe de Almodóvar y amigos, carburante gratis para películas que nunca verán el estreno. A los indendentistas catalanes y vascos, salsa monetaria para mantener su insaciable concupiscencia secesionista. Fuego hispano que ensucia todo y que abre frentes belicistas que distraen la atención sobre el problema principal: la quiebra y el paro.


El síndico fallido, inasequible al desaliento, erre que erre. Recorta salarios con las tijeras de la Comisión. Congela pensiones con el hielo del Parlamento Europeo. Retira apoyos a la dependencia con la pala del Congreso. Destripa el terrón de las ayudas a las mamás con el martillo pilón del Senado. Incendios, recortes, tijeretazos. Todo vale. Nada arregla. El problema es ganar tiempo. Hacer creer que la insolvencia es temporal y soluble. El timo de la estampita. La estafa continuada. La negación de la quiebra.


La quiebra. Pueden negarla tres veces. Como Pedro hizo con Cristo. O trescientas. Como Zapatero ha hecho con los españoles. Pero esa mentira, tropecientos mil veces repetidas, jamás devendrá verdad. Es imposible. La cruda realidad nos trae una imagen imborrable. Ni con fuego griego ni con propaganda nazi. Cinco millones de parados son muchas almas para esconder. Y más que vendrán. Un formidable iceberg de economía sumergida indica el volumen del fraude de impuestos que no se puede obviar con el desmedido incremento fiscal. Un déficit transgresor multiplica los intereses. La teta económica está más chupada que la pipa de un sioux. Quiebra.


El problema no es España. Es la España de Zapatero. La solución es Europa. Pero no la Europa del euro que tira la piedra y esconde la mano. La piedra que quiebra. Es la Europa que ordena, que regula, que avanza, que prospera, que encauza, que endereza, que arregla. El qué. La quiebra.


Un saludo.

 

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