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Francisco Velasco. Abogado e historiador

A GALOPAR

El título marcaba el estribillo de uno de los más bellos cantos compuestos en defensa de la libertad y en repulsa a las dictaduras que en el mundo han sido. Servidor escuchaba la letra y se le ponían los vellos de punta. Era un himno contra la opresión. Forjaba la voluntad de resistencia contra la tiranía.

  En mi viaje de vuelta a Huelva, recordé que había condensado en un DVD un conjunto de canciones antiguas con el denominador común del antifascismo. Durante dos horas fui desgranando una a una. Experimenté, a mi edad ya avanzada, los mismos sentimientos que me embargaron cuarenta años antes. En realidad, siempre me acompañaron. La ausencia de libertad te hace anhelarla como el bien más preciado.

  Algunos han pretendido, y pretenden, que la poesía –leída o cantada- es patrimonio de la izquierda. Nada más falso. La poesía pertenece a quien la vive en la emoción. No tiene dueño. Ni siquiera el poeta que la engendró tiene derecho a reclamarla para sí. Esa propiedad vuela y no tiene amo. Es de todos. La libertad no tiene nacionalidad ni se enreja en jaula de oro.

  Este articulista canta “a galopar”, “abre la muralla”, “he descubierto al opresor” con la horrísona voz que posee pero con idéntica pasión al cantor más elogiado. Ayer y hoy.

  Los fascistas y los nazis. Los totalitarios de un signo u otro. Los de derecha y los de izquierda que se agazapan en la democracia para dar rienda suelta a sus tiránicas vísceras de señoritos. Todos ellos cercenan las libertades. Decía Forrest Gump que tonto es el que dice tonterías. Fascista es el que vulnera el derecho a ser libres. Fascistas son los que, tildándose de rojos, actúan como camisas negras. El fascismo anida en el poder  por más que se erija como revolucionario. Batista fue un fascista en Cuba y en Cuba lo ha sido Castro. Chávez fue un fascista golpista de armas cargado en Venezuela y en Venezuela es un fascista golpista de derechos constitucionales. En México, Zapata trocó su ansia revolucionaria de libertad en ansia de poder fascista que controla y recorta libertades. Fascistas dobles porque, en nombre de la libertad, asesinan la libertad.

  El PSOE de Felipe González vestía la pana (aunque la confeccionaran Versace o Armani) como Lerroux cambiaba la seda por la estameña antes de un mítin. Zapatero aprisiona el rictus de su sonrisa pública y el módulo de su voz televisiva de la misma forma que el Monchito se desmadeja cuando la ventrilocua termina su actuación. La pana, la sonrisa, la modulada palabra, son los instrumentos necesarios del espectáculo de estos políticos. Pura ficción. Histriones de aldea. No galopan. Ni siquiera trotan. El paso no avanza. Retroceden como cangrejos.

  En ese caso, el pueblo –el que hace posible la democracia- debe galopar. Galopar. Abrir las murallas. Descubrir al opresor. Defender la libertad.

 

 Un saludo.

 

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