PODRIDOS
Podredumbre. Inmoralidad. Delito. Es el juez el que califica las conductas antijurídicas. En tanto, hay que salvaguardar la presunción de inocencia. Muy bien. Mas aun cuando la acción de condena social no sea delictiva, nada puede impedir a los ciudadanos la propia denominación del acto repulsivo. Vergonzoso. Putrefacto. Mefítico. Purulento. Lo que se nos venga a la lengua y nuestra cabeza transmita a ella.
Existe una actuación que repugna muy especialmente a este articulista. Me refiero a la actitud de los "sepulcros blanqueados". La figura evangélica designa con gran propiedad a quienes se hacen merecedores de las palabras de Jesucristo: "¡Ay de vosotros escribas y fariseos, hipócritas, que devoráis las casas de las viudas y hacéis por aparentar largas oraciones!" Ellos conforman una legión de farsantes, puretas e impostores que no se identifican con un territorio, ni con una profesión, ni con un patrimonio, ni con una religión. Los sepulcros blanqueados son una casta apátrida, una condición réproba y maligna. Tienen en común la mentira que ennegrece sus almas y la verdad que pintan en sus caras untadas de afeites. Sepulcros. Blancos por fuera, negros por dentro. Bazofia. Humus.
La defensa numantina de su política económica hace de Zapatero uno de ellos. En ese grupo entra Rajoy cuando exige para la presidencia de Caja Madrid el mérito que nadie le reconoció cuando fue nombrado Ministro de Educación. A la panda pertenece Rubalcaba cuando se enteró de los Gal y del Faisán por la prensa. Sicarios de ese talante son los periodistas que defienden/atacan en función de unos intereses económicos. Secuaz necesario de esa formación es Pumpido que arrastra la toga según qué barros o polvos imperan. O el inconmensurable José Blanco que habla de corrupción en el Gürtel y silencia las ánimas benditas de Filesa, ayer, o de Santa Coloma, hoy.
No ha color. Ni solución. Vienen a mi memoria uno de los "ovillejos" empleados por Cervantes en una de sus más conocidas Novelas Ejemplares, "La ilustre fregona". Dice así: Quién mejorará mi suerte?/ ¡La muerte!/ Y el bien de amor, ¿quién le alcanza?/ ¡Mudanza!/ Y sus males, ¿quién los cura?/ ¡Locura!/ Dese modo no es cordura/ querer curar la pasión,/ cuando los remedios son/ muerte, mudanza y locura.
Muerte, de la dignidad. Mudanza, de la justicia. Locura, de la impotencia. Lo dicho: podridos.
Un saludo.
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