HUELGA POLÍTICA
Las personas informales que, por su actitud arbitraria, ilógica o contraproducente, no se hacen merecedores de respeto, son calificadas de mamarrachos. Por extensión, se denomina mamarrachada a una actuación imperfecta, defectuosa, extravagante, grotesca o ridícula. Sic.
La política desarrollada –o mejor, perpetrada- por Zapatero y su Gabinete puede encuadrarse en esta calificación semántica del mamarracho. El Presidente de este Desgobierno de España mostraba, con la flatulencia propia del engreído, que estaba dispuesto -al cabo de dos años y de millones de cadáveres laborales- a tomar medidas para frenar el déficit. A reformar, sí. Pero de manera drástica, no. Ni hablar. Así lo refirió en su entrevista monclovita con Rajoy. En este sentido enfatizó a continuación tras comparecer ante los periodistas. De manera drástica, no.
Pensaba el tonto, pensaba, que yo por él me moría. Así era el estribillo de una antigua cancioncilla popular. Pensaba -y declaraba- que de reformas drásticas, nada de nada. Contundentes palabras en tan veleidoso personaje huelen a chamusquina y preludian un infierno de fuego. El incendio, voraz, lo provocó el presidente y él solito lo propagó a velocidad vertiginosa. Diligente el hombre.
De la vida millonaria, España ha pasado, gracias a las mamarrachadas continuas del sucesor de Aznar, a la quiebra técnica. De la cima a la sima en pocos años de prodigalidad. Nadie se atrevió a incapacitarlo en su momento y ahora pagamos las consecuencias. Recorta que te recortó. De un tajo. Derechos de los más débiles seccionados. Aspiraciones truncadas a los más desvalidos. Es el socialismo zapateril. La equiparación por abajo. Junto a cinco millones de parados, nueve millones más de funcionarios y de pensionistas. Igualados en la desgracia.
UGT y CC.OO han considerado oportuno, ahora, alzar la voz. Méndez, el grán cómplice, y Toxo, el tonto útil, dicen que ya está bien. No les bastaba aplaudir el deleznable espectáculo de la destrucción masiva de empleo. No. Ovacionaban el coraje del presidente. Tan miopes o tan cínicos que no podían entrever la fatalidad que acechaba. Desoían las voces de alarma de los más sabios y el grito de los más desnudos. La copiosidad era su única compañera de francachelas. Ebrios de subvenciones y hartos de poder, nada podían avizorar. Desgraciados.
Pretenden, a buenas horas mangas verdes, convocar una huelga general contra los autores del caos económico y social. Mala intención. Ellos saben, tras la resaca de la borrachera de vino y de rosas, que no hay vuelta atrás en el decretazo. Lo saben. No es que tengan remordimientos por lo que debieron hacer y no hicieron. No. Es que quieren limpiar la sangre derramada con más sangre. Huelga. Para qué la huelga. Es inútil en estos momentos. No es posible ya fomentar y defender los intereses de los trabajadores. No lo es. Así lo expresa el Convenio de la Organización Internacional del Trabajo. Demasiado tarde.
Vendetta. Venganza. Resarcimiento. No es posible lavar el alma con salterios si los actos se enfangan en la maldad. Huelga política. Se decantan por la huelga política. Está proscrita. Es ilegal. Lo omiten. Sagaces y malévolos optan por tirar de la soga que se anuda en el cuello de los humildes. Huelga política y saqueo salarial. Para expulsar a este Gobierno mamarracho del títere Zapatero no es preciso romper más los bolsillos obreros. Basta reunir a la ciudadanía. Invitarla a manifestarse. Todos los días. Un ratito diario. En todos los pueblos y ciudades de la geografía nacional. Sin traumas. Con paciencia y arrojo. Todos juntos y a la vez, gritando: elecciones, ya. Elecciones, ya. Hasta que la callosidad endurezca nuestras gargantas. Elecciones, ya.
Habla, pueblo, habla. Habla. No perturbemos los servicios. No cooperemos con los actores de la gran estafa. A la huelga, los sindicatos. Los ciudadanos, al trabajo que nos queda. Después, unos minutos al clamor. Diario.
Un saludo.
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