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Francisco Velasco. Abogado e historiador

EL COSTE DEL DECRETAZO

 

España en almoneda. España se vende a precio de saldo. El pasivo de la Administración es tan gravoso que los números tiñen de rojo la contabilidad. La empresa España se halla en quiebra técnica. La deuda pública sólo se compra fuera a intereses de usura. Hay momentos en que ni siquiera el Shilock del Mercader de Venecia prestaría una libra. Ni en la seguridad de que Shakespeare cambiase el final de su obra maestra.


La intervención del Banco Central Europeo pone sobre el tapete un asunto escabroso. Por vez primera desde que se instituyera, la Unión Europea se entromete en un asunto hasta ahora intocable: la soberanía estatal. Antes de partirse en mil pedazos, la comunidad cuya creación propiciara hace más de medio siglo Schuman, ha metido las manos en hogar ajeno. La situación es tan grave que o se amputa o la Unión se va al garete. La Europa unida y fuerte defensora de la paz, descalabrada. La Europa que se ha ido construyendo pasito a pasito para no despertar alarmas entre los estados miembros, descoyuntada por el traspiés. La Europa económica que no cedía cancha a la intromisión política, mancillada en su honor de independencia patria. Cómo estarán las cosas para haber traspasado la gruesa línea roja. Cómo.


La voz de Zapatero en el Congreso anunciando el recortazo, es, en realidad, la del ventrilocuo. El presidente español ha abierto la boca pero el mensaje le ha sido dictado desde arriba. El primer ministro español se ha convertido en una marioneta cuyos hilos maneja el ente supranacional. Nadie esperaba que el Consejo y la Comisión llegaran tan lejos y tan hondo. La gravedad del paciente hubiera provocado una metástasis invasora de todo el cuerpo. O se amputa el déficit o la ruina campeará. Zapatero ha dicho, pero quien ha hablado ha sido la cirujana Merkel.


O Zapatero aprende o se entera. Ni aprende ni se entera. Ha dicho, pero no ha hecho. Todavía no sabe cuánto va a recortar por aquí, qué va a congelar por allá, si apretará más los tornillos fiscales o a qué recurrirá para frenar la sangría del desempleo. No sabe ni se entera, pero se empeña en seguir al mando de la desvencijada caravana. Si la UE le dicta y no comprueba el efecto del dictado, es como si tuviera un tio en Graná. Por mucho que dejen a Zapatero como administrador concursal de figurín, el leonés de Valladolid se comportará como un niño. Querrá seguir jugando, inconsciente de lo que le han puesto en las manos. O se le ata corto o el nene pulsa el botón de la bomba financiera. En cuyo caso, el títere se ríe del autor y el enfermo finta a su médico. Tanto dolor para nada.

 

El Congreso debe validar el tardío decreto ley. Hay que echarle bemoles para someter al Parlamento una decisión ayer innecesaria y hoy excepcionalmente urgente. O Zapatero mentía ayer o ahora nos estafa o es víctima de una impostura. O las tres cosas a la vez. Y si, pese a todo, el jefe psoecialista obtiene el apoyo -o la abstención- de los nacionalistas vascos y catalanes para validar el decretazo, habrá que echarse a temblar. A cuánto nos habrá salido el voto o la abstención. ¿Se legalizará a ETA o se devolverá a Urkullu la lehendakaritza en bandeja de oro? ¿Se modificará el Tribunal Constitucional o, directamente, se les regala el Estatut independentista?


El prisionero de la Moncloa es un hombre roto. Despedazado en su honor por sus consocios de la Europa que debía presidir este trimestre y violentado en su ambición por sus prestamistas cortesanos, Zapatero es la viva imagen de la derrota. El fracaso de lo que quiso ser. El abatimiento del despilfarro de una gloria tan inesperada como efímera. El sometimiento a un destino previsto. Nunca nadie con tan pocos méritos llegó tan lejos en España sin ser de sangre azul. Ni Godoy.


Por causa de aquél, España vivió la muerte. Por el desbarato de éste, España se vende. Muy barata. La burbuja inmobiliaria preludia el estallido de la casa nacional. O suspendemos la subasta o nos la compra el mismísmo Carod o el extraordinario Otegi. Elecciones, ya. Antes de que sea demasiado tarde.


Un saludo.

 

 

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