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Francisco Velasco. Abogado e historiador

POCAS BROMAS FEDERALISTAS

 

El Estatut de Cataluña está vivito y coleando. La Generalitat se plantea su vida política como un estado federal. Cada año que pasa, los del tripartito consolidan el grado federalista. Mientras, el Tribunal Constitucional hace alarde de ineficacia. No sé cuantos ponentes. Los hombres sin piedad están que no les llega la toga al cuerpo. Son capaces de urdir varios fallos en una misma ponencia, a gusto del catalanismo independentista. Se quedan tan tranquilos. Sobre todo, su Presidente, la señora doña Emilia Casas. Sí, la que recibiera un chaparrón de advertencias por parte de la Vice De la Vega.



La España que se rompe es la España débil y pobre que pretenden sus enemigos. En plena época del paneuropeísmo, los catalanes y vascos quieren atomizar la España de Zapatero. Trepan los chicos de la bandería de Montilla por las ramas del árbol viejo. Se asientan en la copa. Dicen que es suya. La copa es del árbol, Como las propias ramas. Si se tala el árbol, la vida de éste prosigue. No así la existencia de las ramas cortadas.


Montilla dice que él no es españolista. Oiga, ni españolista ni español. Si me apuran, antipatriota. Si me insisten, antiespañol. Se pasa el hombre la Constitución por el forro de sus conveniencias. Que son las del PSOE. No nos equivoquemos. Son las mismas. Por más que se deslinden desde un punto de vista jurídico, PSC y PSOE comparten identidad de intereses. La proximidad de las elecciones es el factor que determina la exposición pública de sus discrepancias. El federalismo que defiende Montilla es el de Zapatero. Igualico. La sentencia del Tribunal Constitucional debe poner de manifiesto que el Estatut es el umbral, el vestíbulo y el salón del estado federal que Cataluña ya es de facto. No así de iure. Pero, repito, los grados se consolidan, las costumbres se hacen leyes y la dejación de la “actio” por parte del Estado comporta la usucapio.


Las bromas federales tienen muy poca gracia. Ya Pepote de la Borbolla se atrevió a darlas en los años en que fue virrey de Andalucía. Sus correligionarios ordenaron silencio y el hombre enmudeció. No era el silencio del asentimiento ni la orden de la defensa del Estado unitario. Era la proclama del voto, el eco de las elecciones. Zapatero dice que, pese al Estatut, todo va razonablemente bien. Perdónalo, Señor, que no sabe lo que habla. Un Estado federal no es un salto atrás en el tiempo. No constituye una regresión a los postulados de la II República.  Mucho más. Mucho peor. Es una caída de espaldas en la España de la Primera República, en el cantonalismo más exacerbado y en la disgresión más irracional. A los independentistas les importa una higa el descuartizamiento de España. En tanto saquen tajada de sus incursiones antijurídicas, la reclamación por los destrozos, al maestro armero.


Cada día que pasa, el Tribunal Constitucional se hace cómplice de la diferenciación federalista catalana. Montilla quiere ser, a la vez, Pi y Margall y Companys. Claro que nunca alcanzará la categoría intelectual del primero. Por supuesto que ojalá no acabe sus días como el segundo. Las bromas federalistas son de muy mal gusto. La broma puede ser diversión y definirse, también, como burla. En lo que respecta a las palabras de Montilla y Zapatero, la idea de federalismo no es divertida. Sí es una burla infame, una chanza excesivamente molesta.


Con lo fácil que es acudir a las fuentes del Derecho. Vaya, señor Montilla, a la Ley. Si sabe leer, en ella encontrará la fórmula para llevar a buen término la fórmula federal e incluso la meta independentista que persigue. Mediante la ley. No vadeando las normas. Respetando el Estado de Derecho. Salvo que usted sea un golpista. En cuyo caso, recibirá lo que merecen estos individuos infames, capaces de ciscarse en la propia democracia.


Un saludo.

 

 

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