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Francisco Velasco. Abogado e historiador

PALIMPSESTO

Desde los albores de la historia, ésta ha sido escrita por los vencedores. Antes de la escritura, las hazañas victoriosas se difundieron a través de leyendas orales. Vía verbal o vía escrita, la historia se asentó en el trono del campeón. Mientras conservó su corona. Perdido el cetro, los amanuenses rasparon las letras escritas y, sobre sus borrones, relataron nuevos hechos. Siempre fue así. Siempre, hasta que el paso del tiempo otorgó salvoconducto al historiador. Escribir y borrar. Borrar y escribir. A gusto del que paga. Palimpsesto eterno.


La España franquista nos trajo numerosos ejemplos de esta práctica tan nociva como inquietante. La historia se rebajaba al nivel de periodismo panfletario. El historiador se presentaba como plumilla sin escrúpulos dispuesto a vender su ingenio al mejor postor. Pese a todo, el siglo XX se convirtió en semillero de insignes historiadores. Es curioso. Muchos de ellos vivieron el yugo franquista y, a pesar de la censura, nos regalaron libros de una hondura documental inigualable. Sí, sí, en plena dictadura. Las universidades se erigieron como extraordinarios centros de irradiación intelectual y cultural contra los que se estrellaban las hordas liberticidas de los tiranos. Domínguez Ortiz, Fontana, Artola y tantos otros nos dieron lecciones de historia verdadera. Habrá que guardar, como oro en paño, los ejemplares de aquellos inmensos investigadores. Custodiarlos. Antes que se produzca un Farenheit 451, como nos advertía Bradbury.


La dictadura zapateril se enseñorea del solar de la historia de España. La brillantez intelectual del presidente del Gobierno, próxima al emporio académico reunido por José Blanco o por Montilla o por Roldán, nos causa la misma emoción que una babosa. El señor de las sortijas ordena retirar escudos, estatuas, signos religiosos y cuanto vestigio de tiempos pretéritos (recientes o lejanos) colisionen con su idea de lo que debe ser la historia y, lo que es peor, el presente . Es el sino de los dictadores ganapanes. Ni Franco se atrevió a tanto. Stalin, sí. Fidel Castro, también. Chávez, va en camino. El señor de los favores y de las mercedes recrudece la memoria histórica como bomba nuclear que amenaza romper el entendimiento de millones de españoles y que asesina el espíritu de concordia que nació a la muerte de Franco.


Zapatero va a raspar la historia de la Transición. Sobre ella dejará nuevos caracteres. La República venció en la guerra civil. Él mismo heredó la sed de venganza de sus familiares muertos a manos de los verdugos nacionales. Los asesinatos fueron el exclusivo crimen de los falangistas. Las checas no son sino ciudadanas de una república centroeuropea. Pobre hombre. Con tanto por lo que luchar en pos de un país más unido, más fuerte, más libre, más próspero, más diverso y más educado, y se dedica, el insensato, a desintegrar la nación, a debilitar las estructuras del Estado, a arrebatarnos las libertades ansiadas, a llevarnos a la ruina del paro más segregador, a uniformar las ideas y a abandonarnos en el basurero de la ignorancia. Pobre hombre. Zapatero, ese hombre.


Su mensaje es cainita. Caín mató a Abel. Caín sigue difundiendo que el muerto fue él. A Caín no le gusta su papel. Ni a Judas Iscariote el suyo. Zapatero disfruta con lo que hace, pero atribuye a la derecha sus propias maldades. La derecha es el abel bíblico y el jesucristo evangélico. Caín y Judas se corporeízan en la doctrina psoecialista. No en la izquierda, ojo. En el Puerto Hurraco del PSOE.


Un saludo.

 

 

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